CINE
“Pawn Sacrifice”: interesante y bien actuada
“Pawn sacrifice” no es una película de terror con sacrificios, no. Por si acaso no ha visto usted los avances del filme (como no los habíamos visto nosotros), en realidad cuenta una buena parte de la vida de Bobby Fischer, y ese señor Fischer, si todavía no han dado con el señor, llegó a alcanzar una enorme popularidad en el mundo entero en especial durante los años 70 del pasado siglo por algo muy especial: era un genio jugando ajedrez.
Unos cuantos detalles para que puedan apreciar lo que nos cuenta ese excelente director que es Edward Zwick (Glory) basándose en el guión de Steven Knight, quien a su vez lo escribe tomando los datos esenciales del libro que escribiera él mismo junto a Stephen Rivele y Christopher Wlkinson.
Para empezar, en su niñez, Fischer ya ofrecía síntomas ligeros de la fuerte paranoia que alcanzó niveles de locura más adelante. Su familia, formada por judíos llegados a USA desde la Unión Soviética, era, en ese 1951 cuando empieza la historia, vigilada por el FBI porque simpatizaban con el comunismo, o sea, que el niño Bobby estaba siempre ojo avizor ante extrañas presencias frente a su hogar. De todos modos, ya desde niño comenzó a jugar ajedrez y a demostrar gran capacidad en el manejo del llamado junto ciencia. Pero, recuerden que el ajedrez es un juego que precisa de enorme concentración, de estudio profundo de los miles y miles de gambitos o combinaciones que pueden emplearse en un juego normal, con lo cual podrán imaginar las que puede y debe usar un Maestro o un Gran Maestro Internacional. Ello implica entonces, como podrán imaginar, que quien se dedique profesionalmente a jugarlo tenga, por fuerza, que convertirse en un ser humano aislado del resto de los mortales.
Entonces, esa combinación, unida a su infancia un tanto conturbada por la vigilancia a la familia y sus problemas personales con la madre y la ausencia del padre, convirtieron la mente del joven Bobby en un volcán en erupción indetenible, algo que le llevó, finalmente, a convertirse en un proscrito, un ser aislado de la sociedad, él rechazando a la sociedad, y esa misma sociedad, que tanto lo había ensalzado e idolatrado, rechazándole a él a su vez.
Otro detalle; todo el meteórico ascenso a la fama de Bobby Fischer se desarrolló durante los años duros de la Guerra Fría; por esa razón, no era él, Bobby Fischer, un mero jugador que triunfaba como los peloteros famosos de la época, sino algo así como una poderosísima arma de propaganda frente a la Unión Soviética porque, precisamente, durante décadas los ajedrecistas soviéticos eran campeones absolutos del juego ciencia, razón por la cual el Departamento de Estado contribuía económicamente para que su joven retador pudiera medirse de la mejor manera con los grandes maestros europeos, muy en especial con Boris Spasky, a la sazón campeón del mundo.
Bien realizada, muy bien musicalizada y sonorizada (recuérdese que los ruidos, aún los más leves, eran desconcertantes para Bobby cuando jugaba), bien interpretada por Tobey Mguire como Bobby, Liev Screiber como Spasky, Peter Sarsgaard como el padre Lombardy y, sobre todo, por Michael Stuhlbarg, quien hace de su manager, Marshall. Este film es realmente efectivo; no nos parece una gran película pero sí (y estamos en plena escasez) como un filme muy digno de ser visto y apreciado.