CINE
‘Operación Ultra’, la extravagancia nos arropa
Lo hemos dicho muchas veces y ahora no tenemos más remedio que repetirlo: la gente que más fácil se gana el dinero está en Hollywood: son sus guionistas o, por lo menos, la mayor parte de ellos.
Porque, dígannos algo, luego de ver, por supuesto, esta mojiganga que es “American ultra”: ¿de dónde sale el sentido, cualquier sentido, de este guión?
O sea, que este muchacho, Mike Howell, personaje central del asunto, es algo así como un producto creado por la CIA dizque para propósitos de lucha armada, algo que nos imaginamos porque nunca le van a aclarar de manera clara y precisa.
Mike vive en un pueblito con su noviecita, Phoebe, trabaja en un almacén en la noche, y de buenas a primeras un jefecito de la CIA decide que “esos que hicieron ya no son necesarios” y, en vez de dejar que el zoquete siga viviendo su vida normal anodina que no perjudica a nadie, le manda a matar. Pero, si eso sucede, entonces la fuñida película se acabaría a los 15 minutos, por lo cual otra jefecita del CIA decide que no debe ser, que eso está muy mal, y va al almacén y le suelta un código al Mike para que despierte de su sueño de chico normal (y estúpido) y por esa razón vamos a pasar nada menos que una hora y media viendo al Mike vuelto un Jean Claude Van Danme en su mejor época arrasando con docenas de otros “despertados” que antes eran locos peligrosos pero que, como era de esperarse, aunque son peligrosos asesinos entrenados, no pueden con el carajete, sobre todo porque, oh, sorpresa, es eficazmente ayudado por la Phoebe porque ellaÖ no, no les revelaré más secretos, tienen que ir ustedes, pagar y chuparse el asunto como hicimos nosotros, porque está bien que nos sacrifiquemos por los amantes del cine, pero, no tanto.
Jesse Eisenberg es un joven actor prometedor, pero con esos personajes no creemos que avance demasiado, y lo mismo va para Kristen Stewart, que de los vampiros pasó a buena actriz, pero esto es un tropezón para ella, como lo es para John Leguizamo y Bill Pullman, pobrecito, cinco minutos bobos como de favor.