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‘El secreto de Adaline’

Valoración. Es una historia agradable que quiso no ser convencional por su planteamiento, pero terminó como tal.

Valoración. Es una historia agradable que quiso no ser convencional por su planteamiento, pero terminó como tal.

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Armando Almánzar R.Santo Domingo

En efecto, algo que llama poderosamente la atención de este filme, “The age of Adaline”, es que, que recordemos, no hemos visto otro planteamiento argumental como el que nos ofrecen esta vez J. Mills Goodloe y Salvador Paskowitz, creadores de la historia original, luego guionistas bajo las órdenes del realizador Lee Toland Krieger.

Porque esa chica alrededor de la cual gira toda la acción del relato, esa Adaline Bowman, no es una chica normal cualquiera; sin aclararles demasiado el asunto, les decimos que su vida tiene puntos de contacto con los del conocido Benjamín Button.

Puntos de contacto, no similitudes, se especifica.

Y marcha bien su desarrollo que avanza poco a poco, como sin apuros, con la Adaline que tiene un enamorado que, evidentemente, habrá de ser el preferido de su corazón, aunque ella, por razones que comprenderán cuando vean el filme, en principio trata de evitarle, no quiere comprometerse.

Resulta entonces un tanto difícil explicarles ciertas peculiaridades porque, para hacerlo, tendría que descubrir el intríngulis sobre el cual gira toda la historia, pero es el caso que, muy a pesar de lo intrigante y fantasioso y hasta atractivo de ese punto de partida, el problema es que, a pesar de todo ello, en esencia el relato deviene en una historia de amor como muchas otras, con otro plus en contra: que, por lo menos nosotros, percibimos el final, la conclusión, más o menos a la mitad del desarrollo muy a pesar de los extraño y fascinante que resulta el planteamiento.

Los chicos lo hacen bien: Blake Lively (Adaline) y Michael Huisman (Ellis) se desempeñan con acierto aunque no con brillantez. Dos veteranos, Harrison Ford, ya resignado a no ser un héroe repartiendo tiros y golpes, es un efectivo viejito, y a su lado Kathy Baker sufre de celos y sufre bien. La siempre formidable Ellen Burstyn maneja a su antojo un personaje sin muchos kilates: Flemming, que es... familia de Adaline.

En pocas palabras, no es nada del otro mundo, es una historia agradable que quiso no ser convencional por su planteamiento y terminó siéndolo por su desarrollo.

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