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ENFOQUE (2/2)

Trump el ataque a siria y la agenda nacionalista ¿se abandona la agenda nacionalista?

El ataque a Siria ha sido acompañado por otras medidas y pronunciamientos que parecen desmontar y/o redefinir elementos fundamentales del discurso y la agenda nacionalista, dando la apariencia de que el lema “América Primero” sería confinado a lo militar. Una sensacional cadena de aparentes abandonos de promesas de campaña se han sucedido: La OTAN, denunciada como obsoleta en la campaña, ya no lo es; China, que sería designada como manipuladora de su moneda en el primer día de gobierno, ya está libre de pecado; el ex Im Bank, que sería cerrado, continuará funcionando; Steve Bannon, el guardián de la agenda nacionalista y el estratega más odiado por demócratas y globalistas, ya no es miembro permanente del Consejo de Seguridad Nacional, aunque puede seguir asistiendo a sus reuniones. ¿Está Trump abandonando la agenda nacionalista para atraerse a los demócratas y con su apoyo hacer contrapeso en el congreso a los republicanos extremistas?; ¿Son estas las “correcciones” de un presidente que está aprendiendo los intríngulis del oficio? o ¿Es esta una estrategia de negociación? Veamos.

El despliegue y ejercicio del poder militar a fin de mejorar la valoración del Gobierno es una maniobra recurrente en los EE.UU. Los medios y la clase política han convertido en parte de la identidad del norteamericano promedio la idea de que su nación es excepcional, moralmente superior y la más poderosa de la Tierra, y que por tales razones, tiene el derecho y el deber de usar la intervención armada para corregir el daño que “los malos” hacen en el mundo. Si el uso del poder militar se justifica con razones “humanitarias” o de “defensa del interés nacional” ello siempre mejorará la imagen del gobierno que lo pone en práctica. Por tal razón, el ataque a Siria fue seguido por el uso de una súper bomba en Afganistán contra ISIS, de una movilización de buques de guerra para poner presión a Corea del Norte y de amenazas contra Irán, todos pertenecientes al grupo de los malos en el imaginario del ciudadano promedio.

Ahora bien, se sabe que Trump es obsesivo con ganar siempre y que no se rehúsa encasillarse en una ideología específica (eufemísticamente se califica a sí mismo como “flexible”), lo cual permite considerar la posibilidad de que efectivamente, si le conviene, el puede decidir abandonar por completo, o en su mayor parte, la agenda nacionalista bajo la cual fue elegido. Pero un giro de este tipo sería algo muy complicado, políticamente costoso y con altísimas probabilidades de terminar en un desastre. Primero, el antagonismo entre los demócratas -y los medios que les apoyan- y el gobierno de Trump es extremo. Los congresistas demócratas solo esperan que Trump, o alguien de su entorno, les den justificaciones para continuar abriendo más investigaciones, o en el mejor de los casos, iniciar un impeachment a fin de de debilitar y/o paralizar al Gobierno. “Hacer resistencia a Trump” es la consigna del momento entre los demócratas.

Segundo, el abandono de la mayor parte de la agenda nacionalista implicaría la salida del gobierno de los funcionarios que la representan, como Steve Bannon, quienes pasarían a oponerse a Trump junto al Tea Party, medios conservadores como Breitbart, el Caucus por la libertad y billonarios determinantes en el financiamiento de los republicanos, como los hermanos Koch y Robert Mercer. La base política de Trump se desmoronaría haciendo inefectivo su gobierno y cerrando las posibilidades de una reelección.

Todo parece indicar que la agenda nacionalista no ha sido aún abandonada por Trump. Sus recientes zigzagueos apuntan a una mezcla de correcciones de un jefe de estado inexperto, intentos de hacerse “el imprevisible” y/o el “gran negociador”, ineptitudes y uso del poder militar para mejorar su valoración por el público, lucir “más duro” que Obama en política exterior y enviar al mundo el mensaje de que hay un “nuevo sheriff en el pueblo”. El proyecto del muro continúa; la presión a la inmigración ilegal no se ha reducido; no se habla de revivir el acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP); renegociar el comercio con China sigue en pie y las negociaciones para anular y reemplazar el Obamacare continúan. Por otro lado, Trump ha evitado definir una doctrina de política exterior que lo encajone; las acciones militares norteamericanas no se han dado en colaboración con aliados ni ellos ni el congreso fueron consultados sobre ellas de manera previa; además, el pasado 20 de abril en una rueda de prensa junto al primer ministro italiano, Trump indicó que EE.UU. “no tenía rol alguno en Libia”, agregando que “EE.UU. tenía ahora mismo suficientes roles”. Al parecer Trump desea tener un grado de libertad total sobre el uso de la fuerza militar para hacer uso de ella a su conveniencia.

*El autor es economista y representó al país en el FMI.

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