El cambio inicia por nosotros mismos

Somos un pedacito de cielo convertido en isla. Somos una miga de tierra con ínfulas de continente. Somos Patrimonio histórico y herencia colonial; poseemos hermosas y exóticas playas; contamos con paisajes naturales que nos roban el aliento; tenemos gente alegre, trabajadora, solidaria y noble; hombres y mujeres valientes, que sacan lo mejor de sí en las adversidades y son capaces de superar cualquier obstáculo; los ritmos musicales más contagiosos y sabrosos que no hay cadera que se les resista; somos los principales exportadores de talento en grandes ligas; contamos con una suculenta y variada oferta gastronómica; esta y otras miles de razones hacen grande nuestra nación.

Al conmemorarse el 173 aniversario de la fundación de la República Dominicana, es fecha propicia para reflexionar sobre nuestro accionar como sociedad, hacia donde deseamos llegar.

Debemos dejar ese pesimismo hablado, y buscar la unidad a pesar de nuestras diferencias, enfocándonos en nuestras coincidencias e intereses comunes. Al final del día todos tenemos algo que aportar y cuota de responsabilidad. Nos quejamos y maldecimos todos los días, pero el cambio inicia por nosotros mismos.

Quejarnos continuamente reprograma nuestro cerebro hacia futuras quejas más a menudo. Con el tiempo, se nos hace más fácil ser negativo que positivo, sin importar qué pase a nuestro alrededor. Quejarse se convierte en un comportamiento normal, lo que cambia la forma en que nos percibe la gente, nos convertimos en vampiros energéticos que succionamos todo tipo de esperanza por donde transitamos (incluyendo las redes).

Lo irónico es que con quejarnos no logramos nada. No echemos culpas; reclamemos responsabilidades fuera del análisis puramente político-partidista, pues cada uno de nosotros también es parte de sancocho.

Contestémonos honestamente: ¿Cómo puedo contribuir a ser parte de la solución y no del problema? ¿Cómo puedo ayudar desde mi posición a hacer que las cosas mejoren?

Tomemos conciencia y dejemos de incumplir las normas ciudadanas, las obligaciones que nos corresponden y apelemos a la decencia, demos el ejemplo y pongamos en orden nuestros hogares, nuestros puestos de trabajo, como entes de la sociedad con acciones que enaltezcan y comulguen con lo que aspiramos ser.

Aprendamos a amar nuestro país independientemente de sus crisis, dificultades y limitaciones. Seamos orgullosos de la tierra que nos vio nacer, de pertenecer a este pueblo valiente y apasionado. Aquí no necesitamos visa para construir nuestros sueños y ayudar a otros a dibujar los suyos.

El cambio inicia conmigo, con usted, con todos. Pensemos, actuemos y pronunciémonos diferente, la palabra detiene poder, pero nuestras obras también.