Madre en el arte de muchos

Una conversación con la artista plástica Ia Estrella fue la antesala de esta entrevista. Mientras le decía yo que estaba indecisa porque quería alguien con el perfil para esta sección y que estuviera acorde con el tema “madre”, ella me responde “¡Rosa Idalia! Ella es mi madrina en el arte, y lo es también de muchos grandes artistas de renombre nacional e internacional”. Así fue, no hubo la menor duda, la llamé y concertamos cita. Al entrar a su hogar, ya empiezas a respirar aires artísticos y dulcemente surrealistas, aires que entran en una casa sin ventanas. Sí, su casa, con ventilación interna, fresca y acogedora, es diseño de su esposo el arquitecto Cuqui Batista. Amable, dulce, sin poses, sin alardes, aunque sabe que realmente ya ha dejado su huella en el arte nacional, Rosa Idalia nos cuenta que desde pequeña sintió una fuerte pasión por la pintura. Fue alumna de Yoryi Morel, “vivía cerca de su casa y me pasaba las tardes en su taller”. Luego, la alumna decidió saborear su vocación de maestra y emprender su camino hacia lo que Danilo De los Santos llamó “un riguroso y severo cromatismo donde los tonos sordos producen fuerte impacto ante al espectador”, refiriéndose a una de sus obras. “Recibí de otros, y cuando uno recibe, debe dar”, dice la artista. Por los años 60 comenzó su trayectoria, en principio, como profesora de artes plásticas. Unas pinceladas después, formó parte de los fundadores de Casa de Arte, siendo también Presidenta de la entidad en varias ocasiones. Fue Directora de Artes Plásticas en la Escuela de Bellas Artes, también ha dirigido las artes plásticas del I.C.A y del Centro de Cultura de Santiago. Ha recibido decenas de reconocimientos y premiaciones, incluyendo dos veces en la Bienal de Artes Plásticas de E. León Jimenes y sus obras han sido elogiadas por reconocidos críticos de arte. Sin embargo, Rosa Idalia vive día a día su amor por enseñar y su lucha por que el arte en nuestro país esté al alcance de todo el que desee, que siga siendo libre y sin reservas, como lo es la resplandeciente luz y la suave brisa que acaricia a los que se sientan en su casa sin ventanas.