FAMILIA

Las letras de las canciones y su efecto en los jóvenes

Esos estruendos, sonidos de balaceras, gemidos eróticos y las letras agresivas que escuchamos a diario, ¿qué tanto influyen en la conducta de los niños y adolescentes?

Desde los años ‘50, con la introducción al mercado de ritmos como el “Rock and Roll” la música se convirtió en una fuente de preocupación para la sociedad. En la actualidad el motivo de preocupación va más allá de los ritmos y abarca a las letras de las canciones que los conforman. “Hoy en día las letras son vistas como una herramienta que moldea, traza tendencias e incide en la creación de modas, expectativas, formas de adaptación y aceptación en el medio social de todas las generaciones, especialmente en los niños y jóvenes”. Así lo explica Roldán Mármol, sociólogo e investigador de los ritmos y de la música popular. En este sentido, puede parecer difícil entender que “una simple canción” conlleve a desarrollar sentimientos que podrían tener impacto, positivo o negativo en las personas. Sin embargo, a partir de este concepto, investigadores de la Universidad de Iowa, en Estados Unidos, realizaron un estudio en el que establecieron una relación directa entre las canciones violentas de algunos grupos musicales y las reacciones que éstas provocaban en los jóvenes, obteniendo resultados que determinaron que las canciones escandalosas con alto grado de violencia en sus letras, aumentan los pensamientos y sentimientos agresivos en ellos, independientemente de su personalidad. Según Roldán, existen dos factores por los cuales las personas, y en especial las más jóvenes, crean conductas negativas al escuchar este tipo de música. Por un lado, está el hecho de que el ser humano nace como “un recipiente vacío” que para llenarse, desarrolla sentimientos y se moldea partiendo del entorno, tanto interno como externo, en el que se desenvuelve desencadenando comportamientos influenciables que pueden ser agresivos o no. Y por otro lado, el hecho de que los responsables de difundir las propuestas artísticas en el mercado musical, se manejen en función de los beneficios económicos y no del contenido de los mensajes de dichas propuestas musicales. Música no, letras síLa música y sus ritmos en sí, no son negativos, la negatividad de ésta radica en los mensajes y los contenidos que se canalizan a través de la misma. Es por ello que cuando de implantación de valores y de generación de conducta se trata, las canciones juegan un papel protagónico en el que los jóvenes constituyen el público más vulnerable a la hora de dejarse influenciar. Sin embargo, aunque el desarrollo tecnológico provee las herramientas necesarias para controlar este tipo de canciones, se ha hecho difícil establecer dicho mecanismos, haciendo casi imposible lograr restaurar el sentido positivo de tendencias musicales del momento, mediante la propagación de los medios. Más regulaciónDe acuerdo a Roldan, es necesario desarrollar niveles de regulación que establezcan el tipo de contenido que se puede escuchar en las emisoras; qué se puede ver por medio de los vídeos que circulan en la televisión y en qué horario pueden ambos ser difundidos. Se hace necesario crear políticas públicas que estimulen, por un lado, a los responsables de la composición a crear o fortalecer valores positivo; y por el otro lado, a que los organismos reguladores del Estado, asuman su responsabilidad creando una estrategia nacional que proporcione opciones dinámicas de programas alternativos a los jóvenes en las escuelas, los barrios y las comunidades, en los que las canciones, sean utilizadas de manera constructiva. Ellas forman parte de la estructura cultural de las sociedades, pues implantan valores, ideales, creencias, modelos y nuevos actores al mercado. Aquí, los medios juegan un papel muy importante a la hora de reforzar ideas que tratan temas, como la delincuencia, las drogas, el alcoholismo, el sexo a destiempo, el satanismo o la violencia, de manera muy especial en los jóvenes, quienes atribuyen diferentes valores a la música que no solo producen cambios en su conducta, sino también en la sociedad en la que se desenvuelven. Por tal razón, solo queda poner de nuestra parte y actuar de manera responsable aprendiendo a distinguir entre lo que nos afecta y lo que nos beneficia.

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