Libro
El sonido de la niebla en la montaña, de Samuel Baena Carrillo
Ningún sistema de pensamiento tiene tanta fe en el silencio como el budismo. Ningún sistema de pensamiento tiene tanta fe en la palabra como el budismo. Las dos cosas, al tiempo, no turnándose sino siempre presentes, si el presente cabe, si el ‘siempre’ dice algo que no sea efímero. Efímero como todo lo eterno. No creo que exista una religión –¿religión? –, mejor, no creo que exista una concepción del mundo menos dada a la ceremonia, a la misa, al acto litúrgico. La visión no es una iglesia, un organización. La visión implica un camino y un sentido de la paradoja nada paradojal, significa una iniciación que conduce al vacío, que es lo mismo que decir, al nirvana. Por ese respeto al silencio, por ese respeto a la palabra, ninguna religión (¿religión?) más cercana a la poesía que el budismo.
Por todo lo anterior, El sonido de la niebla en la montaña, el primer libro de poemas que publica Samuel Baena Carrillo (Bogotá, 1990) no es el primer poemario que escribe: esto es evidente por el taller que denota, por la carpintería que desaparece por virtud de la misma carpintería de cada poema, por la justeza del lenguaje, por el tono sostenido. Baena conoce los paradigmas de un poeta de nuestro tiempo y, más, tiene el talento para convertir ese hondo sustrato en buenos poemas. Y, en cuento al tema, Baena posee el inusitado interés de leer –desde la poesía en la forma en que escribe un poeta colombiano de hoy– el espíritu remoto y bendito del lenguaje y de las cosas en el budismo. Excelente libro. Hermoso libro.
EROSIÓN
Le tenemos miedo a la muerte,
a que tras la carne no haya nada
y entre el polvo original
no haya más que polvo.
Tememos que, una vez cerrados los ojos,
el universo finalmente se disipe,
y que no haya un dios más allá de las estrellas
ni oculto entre las grietas del templo.
Tememos que entre el caos de causas y efectos
no exista un orden sutil
o un gran ojo
atento a cada uno de nuestros pasos.
Le tenemos miedo
al azar
a la soledad,
al vértigo.
Y mientras tememos todas estas cosas,
los instantes se pierden en los años
como lágrimas en el océano,
y el tiempo persiste en nuestra erosión.
SILENCIO
(VIPASSANA)
El silencio es mi solo mantra.
El hambre, el sueño, la vigilia
se pierden en las noches
como las noches en los días.
Suspender el juicio.
La respiración como única prueba de cordura.
Ver pasar las formaciones mentales
como la niebla sobre la montaña,
y ser la montaña
y el sonido de la niebla en la montaña.
Ser el silencio,
sólo el silencio.
POETA
Los versos existen a pesar de su poeta.
¿Quién escribe estos versos?
Tan solo una de las innumerables combinaciones
del polvo y la sombra.
