Testimonio
Kimberly en Duke: El plátano power
Hay un país en el mundo, una tierra tricolor que sobrepasa el Mar Caribe, una alegría contagiosa que nos distingue de los demás, y un lazo irresistible que une nuestras almas Quisqueyanas donde quiera que estemos. Así me sentí en mi primer día en la Universidad de Duke, cuando recibí un correo inesperado. Un nombre que no conocía. Una frase que nunca olvidaré. “Hola Kimberly, soy la Doctora Corsino, trabajo en Duke y soy dominicana”.
Cuando dejamos nuestra tierra, siempre tenemos la esperanza de encontrar nuestros compatriotas. Sin embargo, no pensé que ocurriría tan rápido.
Ese día conocí a quien hoy es mi madre en el campus, una santiaguera sencilla, sonriente, fan de los Lechones y Aguilucha desde chiquitica. Llegué a su oficina y hablamos de cómo estudió medicina en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) y hoy es decana en la tercera mejor escuela de medicina de los Estados Unidos.
Meses atrás, subí un video donde hablaba de que iría a Duke. Quién diría que la familia y los amigos de la doctora le enviaron la publicación.
En los primeros días en la universidad, las clases son un verdadero desafío y el idioma se convierte en una barrera. A pesar de que ya había aprendido inglés en un instituto, el hecho de estar en un ambiente con tantos acentos y un vocabulario más profundo, es verdaderamente un reto.
Los días son largos y vamos de un lado al otro para poder cumplir con la larga lista de pendientes que parece no terminar. Pero, cuando llega la hora del almuerzo, siempre escojo un restaurante latino que se llama Sazón y pido la misma orden todos los días.
Una tarde que parecía ordinaria, se convirtió en un día extraordinario. Detrás de la barra donde se sirve la comida me encontré con Perla Cortorreal, otra santiaguera que me sonrió y me habló español de inmediato. Su hospitalidad y calidez me recordó el entusiasmo que caracteriza a los dominicanos. Ella como encargada en la cocina y yo desde el aula, cada una lleva la disciplina de Marileidy Paulino y el espíritu de Fefita la Grande.
Muchos compañeros me preguntan: Kimberly ¿Cómo puedes tener tanta energía? y mi respuesta es sencilla: “Soy dominicana”. Venir de la tierra de Juan Luis Guerra significa tener una sonrisa aunque estemos pasando el Niágara en bicicleta. Estar aquí significa años de esfuerzo y sacrificio que me invitan a ser agradecida cada día. Desde la distancia es cuando más valoramos nuestras raíces.
Ser dominicana en Duke es levantarme cada mañana, orar, escuchar a Rubby Pérez y sentir que mi bandera vive en mi cuando puedo compartir con orgullo mi cultura y así abrir más puertas para que otros dominicanos tengan acceso a esas oportunidades.
Hay un país en el mundo, uno que vive en cada corazón tricolor de aquellos dominicanos ausentes que tienen la esperanza de bailar este diciembre “Volvió Juanita”.

