Prólogo al libro “Otras angustias de la posmodernidad”

TODO LIBRO publicado se traduce siempre en un desafío a la incertidumbre. Su propósito puede terminar en el de un dardo perfectamente dirigido o el de una bala perdida. De lo que no cabe duda, una vez dadas las ideas a la estampa, es de la intencionalidad de comunicar, como una necesidad intraespecífica, que eleva su tensión en tiempos de hiperinformación y desinformación, en coyunturas sociopolíticas de un enorme ruido en la relación comunicativa yo—tú, o bien, nosotros-vosotros, provocado, en buena medida, por la digitalización desenfrenada, el consumismo díscolo y el apogeo de los populismos y las ideas extremistas; también por las batallas identitarias centradas en el reconocimiento de la diversidad y las minorías, así como por las morbilidades que afectan más la salud mental que la corporeidad, esta última cada vez más sacudida por la vigorexia y las distorsiones pseudo estéticas apoyadas en la frialdad del abismo del quirófano. Nos ha tocado vivir una época de cambios atolondrados que hacen de la lectura del presente una urdimbre de emociones pensadas, de pensamientos sentidos y, en ocasiones, de una profunda indignación que, de momento, seducida por la ira, ha puesto a rayas el principio de unidad social o el carácter previsible de la historia y sus transformaciones. El progreso es un camino con demasiados cruces y el futuro, un enigma arrodillado a los caprichos del azar o de la tentación de una guerra termonuclear de destrucción total de la civilización y la especie.
De preocupaciones como estas quedan minadas las páginas que siguen. Se trata de un conjunto de propuestas de pensamiento encapsulados en 600 palabras por título, que fueron publicándose cada miércoles en mi columna Carpe Diem, del periódico El Día, entre los años 2018 y 2023. Con la licuefacción del tiempo y el espacio, como también de los valores, las políticas de vida y las costumbres, ese tiempo podría significar demasiado o poco. Aun así, los textos cobrarán sentido a resultas de la velocidad interior o la demora contemplativa del lector.
Estamos abocados a una nueva aventura existencial: nos movemos del Efecto Mariposa, que establece el comportamiento de una pequeña perturbación en un sistema caótico, con una secuela devastadora a corto o mediano plazo en todo el orbe, hacia el Efecto Morgana, una suerte de espejismo o ilusión, de naturaleza térmica, que podría hacernos ver el desastre venidero como una suerte de esperanza encantadora.
Ilusión o descontento, esa es la cuestión.
