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Erotismo y libertad en la poesía de Delmira Agustini

Delmira Agustini

Delmira Agustini

“Mi corazón es miel, perfume y fuego, y vivo y muero de una sed gloriosa:

tu sangre viva debe ser mi riego.”

Delmira Agustini

Sexy, sensual, nena, ¿LOCA?, estos y otros apodos le atribuyen críticos como Patricia Varas y otros a la postmodernista Delmira Agustini, una destacada poetisa uruguaya nacida el 24 de octubre de 1886 en Montevideo, está, según la Academia Nacional de letras en Uruguay (2016), concretó su educación desde casa, tomando todas las clases apropiadas para jóvenes de su edad. Delmira creció en un hogar de clase media, por lo que se pensaría que al tener una posición económica buena era una persona despreocupada en ciertos aspectos, ya que, popularmente se cree que la persona que posee riquezas no tiene preocupaciones, pero como todos, esta gran poeta tenía limitaciones. En ese sentido, el siglo XIX era un siglo cargado de opresión femenina, y gracias a ello, Delmira mantenía un perfil sumiso.

Silva (1968) infiere que por el carácter autoritario de su madre Agustini desarrolla una especie de “escudo de personalidad” mostrándose dócil, frágil y con un espíritu un tanto infantil ante los demás, cosa que evidencian sus correspondencias con Enrique Job Reyes, ex esposo de la misma, y quién el 6 de julio de 1914 acabaría con lo que una vez fue su vida, pero antes le daría una advertencia:

“Hasta mis oídos -escribe Reyes- ha llegado la noticia de que tú quieres manchar mi nombre, que hoy es el tuyo, pues también lo llevas, con una calumnia. Si tal cosa hicieras, que no lo creeré jamás, yo sabría lavar la mancha arrojada sobre mi honor, con la sangre inocente de nuestras vidas. Y ése sería el castigo para aquella que, el día de nuestro casamiento, en una entrevista que tuvimos en la sala [...] llegó a hacerme revelaciones monstruosas de impureza y deshonor [...] (Agustini 2006: 44)”

(Claudio Maíz, 2019)

Impactante, sí, pero su temprana muerte no borra los prodigiosos poemas que creó, dicho esto, la poesía de Agustini desafía las convicciones de la época introduciendo temas como el erotismo, la emancipación femenina, el deseo y la sexualidad, aunque en sus poemas no se evidencian destinatarios de los mismos. Álvarez-García (2019) sugiere que se duda de que el sentimiento de amor esté presente en su obra, pues la mayoría de sus poemas solo dan cabida al deseo carnal, un ejemplo se puede ver en el poema «Otra estirpe»:

"La eléctrica corola que hoy desplego

Brinda el nectario de un jardín de esposas;"

En este fragmento la voz poética usa "corola eléctrica" como una metáfora de su propia sexualidad, ofreciendo un néctar (el amor) que es compartido con múltiples "Esposas", simbolizando a otras mujeres, posiblemente rivalizando por el mismo amor o deseo. Otro poema que demuestra la sexualidad en su máxima expresión es «El intruso»:

“Amor, la noche estaba trágica y sollozante

Cuando tu llave de oro cantó en mi cerradura;

Luego, la puerta abierta sobre la sombra helante Tu forma fue una mancha de luz y de blancura.”

Aquí se ve como la voz poética se alegra de la llegada de ese “Tu” al que podemos nombrar amante, el cuál trae luz a esa noche de penumbra, además, aparecen dos palabras que se pueden interpretar como símbolos sexuales “llave de oro” y “cerradura”, pues se inclinan al significado de la unión íntima y la pasión.

Álvarez-García (2019) expresa que en el poema «Íntima», se observa una fuerte voz femenina, siendo la mujer el sujeto del acto y del poema, también, la voz poética manifiesta su represión tras haberse contenido ante sus propios deseos e impulsos sexuales, síntoma de la gran presión moral de la época, pero, es importante destacar que este poema se va más por el lado espiritual que carnal:

“Vamos más lejos en la noche, vamos Donde ni un eco repercuta en mí,

Como una flor nocturna allá en la sombra

Yo abriré dulcemente para ti.”

La poetisa cierra con una imagen poética y simbólica al compararse con una "flor nocturna" que se abre "dulcemente" para su amado. Esta metáfora sugiere más bien una intimidad emocional y una entrega espiritual o emocional profunda en lugar de referirse directamente a lo sexual. Por otro lado, Álvarez-García (2019) destaca algo interesante sobre la autora, y es que, la finalidad de su poesía no es describir la unión del alma con Dios, esta poeta canta a lo humano, pese a utilizar, en bastantes poemas, imágenes de la simbología religiosa, cuyo fin es divinizar lo erótico.

En «Fiera de amor» Agustini incluye el deseo insaciable y la pasión devoradora. La protagonista de dicho poema anhela un amor idealizado, simbolizado por la estatua del emperador, y se sumerge en la fantasía de un amor perfecto e inalcanzable. Esta obsesión se convierte en una búsqueda infructuosa, ya que el objeto de su deseo es una escultura, algo inerte e incapaz de corresponder a su anhelo. La lucha entre lo humano y lo inanimado, entre lo tangible y lo ilusorio, destaca la imposibilidad de alcanzar la plenitud en una relación con algo que carece de vida real:

“Fiera de amor, yo sufro hambre de corazones. De palomos, de buitres, de corzos o leones,

No hay manjar que más tiente, no hay más grato sabor,

Había ya estragado mis garras y mi instinto,

Cuando erguida en la casi ultratierra de un plinto,

Me deslumbró una estatua de antiguo emperador”

En síntesis, la figura de Delmira Agustini perdura como un faro de libertad y expresión artística, desafiando las normas sociales y literarias de su tiempo. Su legado poético continúa siendo relevante al explorar la complejidad de las pasiones humanas, la emancipación femenina y la lucha por la libertad en un mundo lleno de restricciones sociales y morales. Es importante destacar que esta creó numerosos poemas considerando su corto tiempo de vida, mostrando lo gran poeta que era, y, en palabras de Rubén Darío:

"De todas las mujeres que hoy escriben en verso, ninguna ha impresionado mi ánimo como Delmira Agustini, por su almo sin velos y corazón en flor. A veces rosa por lo sonrosado, a veces lirio por lo blanco. Y es la primera vez que en lengua castellana aparece un alma femenina en el orgullo de su inocencia y de su amor, a no ser Santa Teresa en su exaltación divina (...) Sinceridad, encanto, fantasía, he ahí las cualidades de esta deliciosa musa. Cambiando la frase de Shakespeare, podría decirse that is a woman; pues por ser muy mujer.

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