Hay palabras y hay formas

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A veces dudamos de lo mucho que marcan las palabras nuestra vida, la forma en que nos comportamos y que vendrá después de ahí, no solo las que decimos, sino las que escuchamos.
Las palabras, en muchas ocasiones, pueden resonar tanto en nuestra mente que moldean la forma de lo que hacemos y la persona en quien nos convertiremos hoy, mañana o pasado.
“Eres una decepción para tus padres”, fue lo que escuché decir de mi vecina a su hijo de unos 9 o 10 años esa tarde de viernes, el niño llegó mojado de la escuela, había llovido, y mientras lo corregía a golpes y lo reprendía con palabras, esa fue una de las frases que mis oídos alcanzaron a escuchar.
Me sentí muy mal y mi corazón se arrugó un poco por el niño mientras lo escuchaba llorar desde la ventana de mi habitación, deteniendo mis quehaceres para, en buen dominicano, “meterme en lo que no me importa”.
“Que barbaridad”, fue lo que pensé y lo que acarreaba después en la memoria y accionar de ese niño por escuchar esas palabras de alguien que significa tanto en su crecimiento y desarrollo integral como persona.
Esto me recuerda que, durante mi etapa de crecimiento siempre he tenido personas ahí para mi, celebrando cada paso por pequeño que sea y alentándome a que el siguiente sea un poco más adelante, mi abuela por ejemplo, esa señora que ya no me acompaña, pero por 20 años fue mi “mamá”, la que se ponía feliz por mis hazañas escolares; atesoraba cada medalla o certificado que con esfuerzo lograba y me decía “algún día vas a estar en la televisión”, confiada en mis talentos y así como mi abuela, todo mi núcleo familiar.
O recordar mi graduación de bachillerato cuando fui premiada como el orgullo de mis compañeros en esa promoción y de la institución donde me forme, verlos a ellos celebrarme de pie fue tan hermoso como recibir el premio en madera de manos de las directoras de la institución.
Y así motivada con las palabras, positiva ante la vida logrando cosas y adquiriendo aprendizajes cada día impulsada por esas expresiones de quienes me rodean.
Las palabras son como el agua que humedece las plantas para que crezcan cada día más radiantes; si las dejamos de regar se pueden secar, y si le echamos agua contaminada, le podemos hacer daño: Esa misma acción hacen las palabras en las personas, aunque no lo creamos.
Quizás ese no era el sentir de la madre que escuché esa tarde reprender a su niño, pero eso fue lo que le hizo parecer a él. Quizás ella no creció con las mismas frases de aliento con las que yo he crecido, o quizás si.
Quizás… Son muchos los posibles quizás a esas y tantas situaciones que ocurren a diario y escuchamos de boca de gente que está para regarte como una planta y ayudar a que tus flores sean de todos los colores posibles, pero quizás no es así.
Hay palabras y junto a ellas, formas. Hay palabras inapropiadas y formas incorrectas.
En importante incentivar una cultura donde valoremos más los esfuerzos, donde con adecuado vocabulario impulsemos, motivemos y ayudemos a forjar personas seguras de sí, felices y con mejor actitud ante muchas cosas, de la misma forma en que yo soy impulsada por quienes me rodean.
Seamos agua limpia de la que riega y cuida con amor, de la que hace florecer y crecer. Seamos gente que impulsa a seguir y que motiva a cambiar con palabras asertivas y que corrige con cariño.
Pero sobre todo, demostremos que hemos sido regados por buenos jardineros y cortemos las ramas ya secas y recomencemos regarnos, para lograr que salga de nosotros hojas verdes y flores rojas.
Con esto último traigo a colación un famoso versículo religioso: “de lo que habla la boca está lleno el corazón”, demostremos que los demás merecen escuchar la belleza que sale de nuestros labios. De esa forma marcaremos vidas con certezas y bondades.