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Las aventuras del doctor Alquitràn

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Homero PumarolSanto Domingo, RD

En la misma habitación, toda alfombrada de azul, donde se había grabado aquella transmisión de la gigantesca cara azul de ojos azules y minúscula barba blanca que ordenaba endulzar todo a una multitud de hombres de overoles azules, estaba ahora el enanito portador de aquella cara azul, alegre y a la vez reflexivo, dilatando con un grupo de subalternos que atendían cada sílaba salida de su boca.

Enanito azul: -Es indudable que las cosas están saliendo bien, muy bien.

Todos a su al rededor asintieron moviendo las cabezas y diciendo siiiii, con alegría.

Enanito azul: -El Licey está empatado en primer lugar, o sea todo está a nuestro favor.

Los cuatro hombres ensacados de azul se pusieron de pie e hicieron una pequeña algarabía, levantando las manos y aplaudiendo tres veces al mismo tiempo y luego diciendo a la vez, casi gritando: -Así es.

Enanito azul: -Es el momento de dar un gran golpe.

Al escuchar esto, los de saco azul se pusieron contentos, pero con caras interrogantes, hasta que uno de ellos dijo: -Grandísimo señor, sea más claro.

A lo que el enanito azul respondió gritándole: - ¿Me cuestionas?

Y señalando el piso, le gritó: -Al suelo, pedazo de iniquidad, al suelo.

De inmediato el ejecutivo azul se tiró de rodillas al piso.

Ejecutivo azul: -Majestad, clemencia, clemencia, clemencia.

Un silencio espeso sucedió aquel clamor, tras lo que el ejecutivo azul fue reducido a patadas por sus iguales y sacado del cuarto como basura, entre gritos lamentables. Tras lo que continuó el enanito azul como si no hubiera pasado nada: -Debemos tomar el Estadio Quisqueya. Aprovechemos las circunstancias a nuestro favor y apoderémonos de una vez por todas del equipo azul, creo que se llama Licey, a fin de cuentas, ese color nos pertenece.

Mientras esto sucedía en la habitación azul, afuera en el caluroso tránsito de Santo Domingo, entre bocinazos y gritos iba Vandalis en el peñón con ruedas, en dirección al colmado El último lindero, donde lo esperaba el ex-umpire, que se había vuelto su asistente.

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