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Flores de la guerra (1 de 2)

El imperio nipón arrazó Asia. Desvirgó a coreanas, chinas, vietnamitas, filipinas, malayas, taiwanesas y a cuanta mujer halló a su paso. Destruyó tierras, casas, comercios, caminos, granjas, cercados y edificios. Sometió la mano de obra de sus prisioneros, antes de exterminarlos, tal y como hacían los fascistas contra los judíos. Sometió a la esclavitud a naciones enteras con el filo de sus bayonetas, la criminalidad de sus tropas y la prepotencia de sus oficiales.

Asia no olvida aquella afrenta y hoy todavía recela. No traga a sus depredadores. Asia ha perdonado, pero no olvida.

El cine asiático siempre ha colocado en el lado oscuro al invasor. Los japoneses se lo han buscado.

Zhang Yimou ha tocado en varias de sus obras la arrogancia nipona contra su patria, China Continental.

Con su filme “Flores de la guerra” (2011), basado en la novela de igual título de la escritora Geling Zhang) recurrió a Occidente, no solo para requerir el servicio profesional de actores y técnicos, sino también para exponer contra el agresor. En esta ocasión devela un episodio poco conocido.

El filme se convirtió en la obra más costosa de la filmografía de Yimou, la de mayor presupuesto en la historia del cine chino y la primera donde el director apela a un protagonista de occidente, Christian Bale.

Las flores de la guerra no aborda el tema bélico, sino un hecho ocurrido en 1937, durante la ocupación japonesa a Nanking, la entonces capital del gigante asiático. Es un intenso drama donde el escenario es un espacio religioso.

La historia narra la relación entre un maquillador de cadáveres, unas novicias, unas prostitutas y un monaguillo. Ellos quedan encerrados mientras sucede la masacre en Nanking. Dentro del templo se desata una lucha tan despiadada como en el exterior, que acabará con el martirologio de un improvisado héroe occidental, y su posterior redención.

Con un metraje que supera las dos horas, el filme nunca se torna aburrido. Tiene como locación principal la imponente catedral de Nanking, de estilo gótico. En ella se desarrolla una buena parte de la historia.

Sinopsis: John Miller es un maquillador de cadáveres a quien solo le interesan los vivos cuando les puede sacar algún beneficio. Llega a la iglesia con el objetivo de enterrar al párroco. Poco a poco se da cuenta de la gravedad de la guerra y de su responsabilidad frente al invasor.

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