El cine no es cherca
Me gusta ir al cine. Sentarme en la última butaca de la sala oscura para ver sin que nadie me vea. Pero aquí, en Santo Domingo, llegó un momento en que juré no entrar más al sagrado reciento audiovisual. Y escribo sobre producciones que sí valen la pena. Sé que “palomitas y refrescos” están de moda y sirven para digerir los ocurrentes disparates que escriben guionistas y que los directores adecúan. Disparates con los que se ganan la vida que actores de poca monta.
Recientemente, la embajada de Israel en Santo Domingo tuvo el honor de invitarme a Down Town Center a disfrutar la cinta “Footnote” del director judío José Cedar.
Ya no voy al cine. Pero en esa ocasión rompí las reglas. Valía la pena volver a disfrutar una obra maestra.
Como quiera que todavía no las tengo todas conmigo para andar, me acompañó la joven colega Yanibel Luna.
Disfruté la función. Y tanto como la película, me agradó ver a decenas de jóvenes dentro de la sala. Para muchos, era la primera cinta de Israel que veían en su vida. Al final de la proyección, se inició una jornada de preguntas y respuestas. Las escuché todas, en silencio.
Lamenté el entusiasmo de algunos y aplaudí la certeza de otros. Era de esperar reacciones como esas en un país como el nuestro dónde “los cuatro jinetes del Apocalipsis” mezclan agua con aceite. Usan la cultura para ganar el favor de las taquillas, es decir, hacer dinero fácil.
A veces nos quejamos de la falta de educación general. Un país donde no se lee, y la seriedad de la política es tomada como chercha de pasillo, no puede pretender llenar cántaros de agua. Si a esto unimos la ausencia de una cinematografía seria, integrada por técnicos de oficio y especialistas ajenos al ego y al status quo oficialista, podría servir para crear un interés por la apreciación y la formación del criterio, por encima del choteo y el encasillamiento infeliz.
El cine de Israel es inmenso y desconocido. Y puede ser de mucha ayuda para chapear nuestro campo de malas hierbas.