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Las aventuras del doctor Alquitrán

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Homero PumarolSanto Domingo, RD

Madmoiselle Lanuí: - ¿Un caimán tras un pelotón azul?

Doctor Alquitrán: -Ya no existen los Caimanes, dijo que era de los caimanes, ya es Liceysta.

Madmoiselle Lanuí: -Siempre dudé estar en buenas manos, pero ahora sólo puedo decir una cosa: Dios nos ampare.

Doctor Alquitrán: -Las cosas van a nuestro favor.

Diciendo esto, el doctor Alquitrán pasó un brazo sobre la figura resplandeciente de Madmoiselle Lanuí y la atrajo hacia sí en un movimiento que pareció más que de romance de artes marciales, por su rápida fluidez y su elegancia, tras lo que Madmoiselle Lanuí quedó aún más integrada a la única sombra que ambos proyectaban.

Madmoiselle Lanuí: -Uju, uju, uju, elegantes palabras y mucho más elegante movimiento, pero el juego sigue empate en el séptimo y no veo dónde está la suerte.

Doctor Alquitrán: -Pues yo sí, sólo hay que poner más empeño, atienda ahora.

Diciendo esto, el doctor Alquitrán tiró del cuerpo de Madmoiselle Lanuí suavemente y con aún más fuerza hacia sí, haciendo a Madmoiselle Lanuí aún más el centro de aquel conmovedor apretón.

No hace falta describir los sonidos que el encuentro de aquellos dos rostros, de aquellos dos cuerpos produjo, baste recordar que estaban en un Estadio Quisqueya que bullía por todas partes, que retumbaba, todo convertido en una burbuja gigantesca de la que los rostros, los cueros y las mentes del doctor Alquitrán y de Madmoiselle Lanuí eran el centro.

De pronto se escuchó claramente la voz de Vandalis gritar: -¡Vua al Alguila!

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