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Miradas

Los espejos con sombreros y aretes suben con las mano llenas de engendros paganos. Saben que detrás del sobresalto brilla el manjar. Se maquillan los espejos, se pintan las uñas, los ovarios, las caderas y se mueven como olas. No quieren el verso y la canción pausadas, sino la mueca a medio hacer, la irritación, la piedra lanzada al corazón de lo imposible. Y muchas ganas de llorar.

Estoy hablando de caer en medio de las fiestas, de reventar las estaciones y el derecho a sangrar. Nadie vuelve a nacer dentro del espejo. Estoy frente al complejo de saltar, de dar la vuelta y regresar con el cabello recortado en busca de cualquier nueva razón para vivir de los golpes ajenos y perder la soberbia. Estoy hablando de espejos, no de árboles que sólo saben dar sombra.

Estoy frente al terrible encanto de morir, no delante de un teatro al aire libre lleno de aves migratorias. Estoy diciendo mi derecho a ser mordido por las mansas praderas de lo desconocido. Estoy hablando de lágrimas, pulsos y riberas. No tengo derecho a enterrar el espanto de los fetos que blasfeman sus terribles pesadillas: sí a mirar y a mirarme dentro del espejo donde vivo en busca de una mirada que me rompa en mil pedazos.

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