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El desencanto del Nuevo Mundo, de Garleotto Cey

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Darío Jaramillo AgudeloSanto Domingo, RD

Comienzo con una cita de la página 33: “Un conquistador, llamado Vasco Porcallo, tenía bajo su dominio una buena cantidad de indios e indias y por administrador suyo a un español encargado de llevar doscientos indios más o menos, de vez en cuando a las minas a excavar el oro y los trataba villana y soberbiamente, como es costumbre en los hombres viles y holgazanes, dándoles más garrotazos que pan; de manera que no pudiéndolo soportar más, decidieron un día ahorcarse y provistos cada uno de una soga, se fueron cuando el administrador estaba comiendo. Una india con la que aquel truhan se restregaba, cuando volvió le dijo lo que habían ido a hacer, y viendo en ello su ruina y la de su patrón, rápidamente con gran malicia pensó el hombre en un remedio, y corriendo con el bastón que solía llevar siempre en la mano y con una cuerda, se fue tras los indios y los encontró bajo ciertos árboles preparándose al efecto, y de lejos comenzó a gritar: ‘Esperadme, también yo quiero ir con vosotros’. Los indios, asustados se quedaron admirados y le preguntaron qué quería hacer con aquella cuerda y por qué había venido tras ellos, y decían que se querían colgar en aquellos árboles para no ser más maltratados por él y que querían morir para huir de aquella fatiga. Él respondió riendo: ‘vosotros os engañáis, porque me quiero colgar también yo y he aquí la cuerda, y este garrote lo llevaré también conmigo, para hacerles cavar y buscar el oro mucho más rápido de lo que lo hago acá, así que vamos, ahorquémonos pronto’. Y supo también acomodar las palabras a los gestos que se lo creyeron y resolvieron que era mejor vivir y buscar oro, que morir para continuar haciendo lo mismo aún más, y quedaron asombrados y continuaron en su miseria servidumbre”.

¿Quién era Cey?

Galeotto Cey (1513-1579) nació en Florencia. Pertenecía a una conocida familia de comerciantes. Los cambios y rivalidades políticas lo exilaron de su ciudad natal. En 1528 está en Lyon, trabajando para un banco. En 1532 se establece en Sevilla adonde llega como comerciante en frutos secos. Luego de un intento fallido de regresar a su ciudad, vuelve a Sevilla. Aprovechándose de que Carlos V levanta las restricciones que existían para los no españoles, a los veintiséis años decide embarcarse para América en busca de fortuna.

Cey estuvo en la isla de República Dominicana, luego en Panamá, intentando que lo recibieran en Lima –la más próspera ciudad americana de ese momento–, fracasando en ello, luego dedicado a la pesca de perlas en el Cabo de la Vela, posteriormente en Venezuela y luego en la Nueva Granada, la actual Colombia. Es importante subrayar el momento: hace menos de cincuenta años fue el primer viaje de Colón; al visitar Bogotá (Santa Fe) y Tunja, el epicentro de la Nueva Granada, estas metrópolis tienen menos de diez años de fundadas y no más de mil habitantes, o un poco más. No hay mapas, no hay caminos y, cuando son por tierra, en los viajes va alguien adelante abriendo la trocha. Hay puntos de partida precarios y puntos de llegada ignorados por completo.

Cey regresó a Europa desde Cartagena. Iba tan pobre como había llegado quince años atrás a Santo Domingo. Se instaló en Lyon a ejercer el comercio. Un amigo le ayudaba y lo protegía, Bartolomeo Delbene. Se dice que fue Delbene quien lo indujo a que escribiera una memoria de su periplo americano. Cey finalmente pudo volver a su Florencia natal, en donde murió.

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