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Elvis Avilés, in memoriam

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Cándido GerónSanto Domingo, RD

A primera vista la concepción artística del reconocido Elvis Avilés, parte de las premisas de sentir y vivir emociones y sentimientos que estremecen el espíritu humano.

Vista en perspectiva su creación plástica, es sumamente interesante la composición formal y su armonía en el cuadro o dibujo, con mucho virtuosismo, lo que revela una factura de profundidad visual.

Lo interesante en Avilés es que sabe pintar y dibujar al estilo de los grandes maestros hispanoamericanos, y esa es la razón por la cual su arte posee energía plástica debido al proceso de simbiosis pragmática de sus elementos en un marco práctico y teórico.

Sus creaciones se fundamentan en el arte por el arte, lo que permite aproximar al espectador a entender su espiritualidad y los elementos y la eficacia de sus procedimientos matéricos.

Los puntos de vista se centran en no dejar fuera de la superficie ningún elemento del cuadro, así logra que la atmósfera refleje nítidamente los objetos y la escala de colores que utiliza tanto en las pinturas como en los dibujos. Por ejemplo, en la serie de los contadores de electricidad, utiliza un fondo completamente azul colocando encima de éste tonos grises y negros.

A lo largo de su vida superó varias etapas de estilos: del hiperrealismo pasó a un expresionismo social y psicológico; luego a una mezcla de figuración, de impresionismo, neo cubismo y, además, la abstracción donde se ha detenido destacando en sus cuadros y dibujos una especie de introspección individual, de metafísica de signos y símbolos que ponen de manifiesto la memoria como artilugio de los sueños y la paradoja lúdica.

En el arte de este artista, el lenguaje juega un papel muy preponderante porque se adentra en la imaginación para escrutar lo desconocido e inevitable en la construcción de un pensamiento pictórico de infinitud visual. De manera que la fantasía, lo subversivo de la imagen y el caos de los signos y símbolos formales, forman parte de una metafísica en sus cuadros que permite conocer a profundidad de saberes estilísticos.

La apuesta por el discurso pictórico se transforma en una crisis emocional y existencial porque el arte es parte de la realidad social y de la mental; de ahí el contexto de unidad en cuanto a sus enfoques, procedimientos y enunciados al conjugar lenguaje, estilo e historia a partir de la perspectiva de la real apariencia, la racionalidad dialéctica, la causalidad, lo especulativo, lo místico y “el lenguaje directo de las cosas”, en que tanto hincapié hace Gérard Mairet.

Sabemos que el arte representa un equilibrio entre el hombre y el mundo y que es producto de su tiempo. En ese contexto, su génesis parte de la historicidad y de la multiplicidad de lenguajes estilísticos y temáticos; a partir de estos argumentos, Elvis Avilés no hace otra cosa que no sea desentrañar sus misterios y traducir la esfera de su iconografía.

Ahora bien, ¿puede el sujeto, por inteligente que sea, definir la concepción del arte; la magia y la fantasía que generan sus signos, símbolos y formas, a partir del parto del cuadro o las distintas técnicas de su composición gráfica? Para nosotros, resulta complejo establecer una estética psicológica y metafísica para encontrar sentido a su inconmensurable núcleo dialéctico. Y más aún reflexionar sobre sus ámbitos inquisitivos, porque el arte siempre se rebela contra la realidad.

Coincidimos con Ernt Fischer cuando afirma que “el arte ha sido, es y será siempre necesario”, y ha ido más lejos al establecer que “la obra de un artista es un proceso altamente consciente y racional, al término del cual surge la obra de arte como una realidad dominada”. Asegura que “Para ser artista hay que captar y transformar la experiencia en recuerdo, el recuerdo en expresión, la materia en forma”.

En ese orden, argumenta que “Para el artista, la emoción no lo es todo; debe reconocer su oficio y encontrar placer en él, comprender todas las reglas, procedimientos, formas y convenciones con que la naturaleza –la arpía– se puede domar y someter al contrato del arte”. Por tal motivo afirma que “La pasión que consume al artista no es vencido por la bestia: la doma”.

¿Acaso, no es este el mecanismo formal y la planificación técnica y mental que utiliza e interpreta Avilés, al momento de crear sus emblemáticas y espectaculares obras? Dicho de otra manera: ¿por qué Avilés festeja la realización de cada cuadro, dibujo o escultura? Naturalmente, porque entiende que se trata de una gran proeza enraizada en la espiritualidad metafísica transfigurada en la experiencia más sutil, al considerar la materia plástica como el parto primerizo.

De hecho, en el arte de Avilés concurren muchos laberintos y la mejor manera de interpretarlos es estudiando su espectacular mundo de formas y su fantástica combinación de los estilos figurativos-impresionistas-abstractos, los cuales acusan intrepidez creativa, aguda y analítica, donde la personalidad y estilo se funden para revelar los accidentes secretos de la materia recreados en sus obras.

En su arte, el historiador no encuentra artificialidad sino, por el contrario, el entramado de una composición orgánica como podemos comprobar en todas sus pinturas y dibujos desde que se dio a conocer en la opinión pública a mediados de la década de los 80’ del pasado siglo. En esta época se dio a conocer su hiperrealismo subyugante, por la forma de plasmar la realidad social a través de conjunto de contadores de electricidad situados –de manera irregular– en los postes del tendido eléctrico, en los barrios populares donde aplica a sus cuadros un fondo completamente azul y encima del mismo aplica tonos grises y negros.

La formulación hiperrealista la había asimilado de su profesor Alberto Bass, quien la trajo a Santo Domingo, luego de vivir varios años en Estados Unidos. Avilés, fue uno de los alumnos aventajados de la galería-taller que creó Bass, ubicado entonces en la calle Doctor Delgado, del sector Gascue.

Cada vez que me asomo a los cuadros y dibujos de Elvis Avilés, me atrae poderosamente la forma con que subvierte las formas y la gama de colores creando mundos imaginarios y surrealistas. Esa creatividad mental está penetrada de misterios y de impactos visuales y psicológicos porque el artista logra aglutinar en primer plano los rojos, azules y amarillos; luego, forma un caleidoscopio fantástico de colores vivos como el naranja, gris, ocre, tierra, blanco y negro, que disemina por toda la atmósfera del cuadro y superficie, creando a su vez, una emoción poética en el espectador. Logra armonizar los colores aun cuando utiliza el negro de manera más destacada o el caso del azul profundo en contraste con la escala de amarillos de donde emanan diversas tonalidades.

La gama de colores permite dar soporte a las formas por abstractas que éstas parezcan porque, el artista se vale de la consonancia que posibilita el objetivo artístico. Precisamente, el hacer pictórico se convierte en una máquina que ordena el tejido de la composición y esto hace que cada cuadro, dibujo o escultura de Avilés, adquieran una supremacía técnica porque el artista, como bien apunta Vassily Kandinsky, desea expresarse y para ello elige formas que le sean espiritualmente afines.3

En este contexto, no solo están presente la gestualidad y los objetos sino también la luz, el cielo, el aire, los colores, las miradas, la historia y la leyenda que cuentan en el lienzo o el grafismo de Avilés, hombres y mujeres que sueñan con la esperanza y la felicidad. Sobre todo, Avilés, logra articular una arqueología de convenciones formales que permiten reconocer su total dominio del oficio.

Los cinco ejes estilísticos de Avilés se describen a partir de las series: Fotorrealismo, Hiperrealismo, Los Muros (o grafiti), Chupacabras y Abstracción Pura. De espléndidos, podemos considerar estos estilos que nos revelan a todas luces, lo sorprendente de su creación pictórica. Esto así, porque este artista, desde sus inicios, dio connotación de talento y vocación por el oficio que realiza de manera destacada y por el cual ha ganado prestigio a nivel nacional e internacional, en razón de que la crítica y los coleccionistas lo han catapultado. El ingenio y el vigor plástico están constituidos en su obra estilística de manera determinante, porque la composición de sus pinturas, dibujos y esculturas, justifican la energía imaginativa que el artista pone de manifiesto en sus facultades personales y en su forma de fantasear con la realidad y lo desconocido del arte.

Avilés utiliza las formas como artefacto para asignarles a sus obras nuevas funciones estructurales y estéticas y esta conceptualización contribuye al desarrollo de un lenguaje que fomenta las emociones a propósito de la fascinación que expresan sus imágenes al pasar por el prisma de la invención afectiva.

Refiere Giorgio de Chirico que para llegar a ser verdaderamente inmortal, una obra de arte debe escapar a todos los límites humanos: sólo le saldrán al paso la lógica y el sentido común. Pero una vez rotas estas barreras, entrará en las regiones de la visión infantil y del ensueño.

Guardando la diferencia del gran maestro, de estilo y generación entre Chirico y Elvis Avilés, hay que apuntar, sin embargo, que el artista dominicano demostró un talento artístico extraordinario y por esa razón su arte se sitúa a un nivel internacional por su factura y su sintaxis cromática colmada de monumentalidad que alcanza lo sublime y un discurso pictórico deslumbrante.

Según Guillermo Pérez Villalta, “el sentimiento justifica, en cierto modo, la vida; la obra, como concreción del pensamiento, justifica también la vida (siempre en el supuesto de que haya algo que justificar).

Para el artista, agregamos nosotros, ese goce estético tiende a magnificar la movilidad de la vida, caldo de cultivo de sus creaciones plásticas más excelsas.

En la atmósfera de sus obras se desplaza una compleja composición de formas, imágenes, colores y arquitectura, que reflejan la mirada abierta del artista por su modo de abordar las invenciones plásticas.

La libertad de las formas es uno de los recursos más privilegiados en su arte, fruto de la iconografía y la alegoría de sus imágenes y la luz que les sirve de soporte pictórico.

Es necesario plantear que las formas y las imágenes que plasma Avilés, son el resultado de una luz dosificada que permite el desplazamiento de la perspectiva y la espectacular ambientación de sus cuadros y dibujos hermosos, logrados a través de combinaciones y pinceladas vibrantes.

Max Beckmann argumenta que la pintura es una cosa muy difícil. Absorbe al hombre entero, en cuerpo y alma; así es como ha pensado ciegamente, por encima de muchas cosas que pertenecen a la vida real y política…

Más adelante acota: “Lo que en mi obra quiero mostrar es la idea que se oculta tras lo que llamamos realidad. Estoy buscando puentes que conducen de lo visible a lo invisible, como el famoso cabalista que una vez dijo: “Si queréis asir lo invisible, debéis penetrar tan profundamente como podáis en lo visible”.2

Guardando la distancia de época, estilo y contenido, el luminoso pensamiento de Beckmann nos coloca en el tren de los grandes cambios del arte y sirve de modelo para situar a un artista dominicano que abrevó en las mejores fuentes del conocimiento artístico.

Nos referimos a Elvis Avilés, quien ha hecho del arte un apostolado y ha logrado el reconocimiento de toda la crítica por sus grandes aportes artísticos.

En su arte se revela lo visible e invisible de que habla Beckmann; es una constante espiritual que alcanza el rango de artista mayor, por el rigor y el contenido de sus cuadros y dibujos. Avilés está dotado de talento y de una imaginería fecunda. Su mano es prodigiosa porque ejecuta, técnicamente hablando, con maestría. Es, además, un ser maravilloso, de vida plena, ejemplo de las nuevas generaciones. Los caminos recorridos en el arte tienen la impronta del esfuerzo constante. Pintor, dibujante, escultor y acuarelista de reconocido talante.

La regla de oro en sus obras se encuentra en la sorprendente síntesis que desarrolla a partir de la resonancia de un lenguaje plástico que deleita y alude a grandes aciertos: la estructura y significado en sus producciones estilísticas evolucionan hacia una expresión de símbolos y signos concomitantes. Este carácter orgánico en muchas de sus pinturas y dibujos, en el más amplio sentido de la escritura-pictórica, acusa la función estructural de que hicieron gala los grandes maestros del siglo XX.

Avilés es uno de los artistas más referenciales del arte dominicano y su impronta es de una pasmosa riqueza plástica y conceptual.

Su obra pictórica contiene un lenguaje íntimo que atrapa el mundo en su hondura espiritual y en su elegante acento mágico.

La elegancia de sus composiciones está asentada en una especie de vanguardismo que enaltece la expresividad de sus símbolos, la materia cromática y el grafismo que muestra su evolución superior en cuanto a la fuerza de su lirismo poético.

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