Superpoderes
Todos los escritores mienten, es parte del oficio. El arte de las palabras y la experiencia adquida al usarlas para escribir, permite a los poetas, a los cuentistas, a los novelistas, a los ensayistas, a los dramaurgos, así como a los simples articulistas de periódicos o revistas, como también a los secretarios de partidos políticos o de oficinas públicas, reconocer el poder de la escritura, aprender a usarlo, saber cuándo hacerlo -mentir- y cuándo no. Quienes escriben, con mayor o menor frecuencia, mienten o saben muy bien cuándo mentir.
No es ninguna obligación mentir, como tampoco lo es decir la verdad. Lo que sucede es que la palabra tiene el poder de crear, y quién está en uso de dicho poder posee tanto la verdad como la mentira, así como fábulas, tautologías, historias o historietas de esquina que resultan de ese maravilloso poder, el poder de la palabra.
Eso me obliga a explicar mi enunciado de que todos los escritores mienten porque la frase es muy poderosa y real, verosímil o cierta, tan real, verosímil o cierta como decir que todo ser vivo miente. Igual sucede con los escritores para ellos decir la verdad es mucho menos creíble, pero sirve para poner en evidencia el poder de la palabra, de crear. Sirve, sobre todo, para evaluar los unos y los otros al enunciar, como diría un viejo poeta: “Confundir, tú sabes, poner a pensar, usar el caco”. Quien no confunde -decía mi amigo-, no pone a dudar, y quien no pone a dudar, no pone a usar el “caco”.
El poder de la palabra es aprender a usarlas, es un recurso tan inmenso que tanto la inteligencia del ser humano, como su educación, su derrotero, su destino y su propia vida, nacen de ese poder y no hace falta viajar a través del tiempo para ejemplificar la diferencia entre quienes saben usarlo y quienes no, independientemente de ser o no ser alfabetos. Es un simple ejemplo.
Al educarnos nos dan recursos. En ello consiste la importancia de la formació: otorgar recursos, posibilidades, poderes y superpoderes a partir de los cuales cada quien desarrolla su propio camino. Por superficial que este sea, siempre se puede ser -y uso este adjetivo a propósito para ejemplificar el poder de las palabras- ontológico.

