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Letras de América Latina toman Barcelona

Muchos años después, frente a la Biblioteca Gabriel García Márquez, los barceloneses habrán de recordar aquella tarde remota, del 16 de junio del 2022, en que se inauguró el festival de literatura latinoamericana de la ciudad.

En efecto, Barcelona –antigua capital del boom, en aquellos años sesenta y setenta– apuesta, en el siglo XXI, por completar su potencia editorial con eventos y citas cualitativos como Km América, festival que celebró su primera edición, con más de treinta participantes (22 escritores de once países) en las diversas mesas redondas y actuaciones.

El director del certamen, el mexicano (y barcelonés) Eduardo Ruiz Sosa llamó, en la inauguración, “a superar entre nosotros cualquier tipo de nacionalismo, tanto los de lengua como los de frontera”. Y la primera jornada de Km América fue un ejemplo de diálogo entre autores catalanes, chilenos, colombianos, argentinos, dominicanos, mexicanos... de diferentes generaciones, que constataron varios puntos en común en sus trabajos, como el nuevo tratamiento de la violencia contra las mujeres, las identidades múltiples, una reivindicación de las periferias y las disidencias y, como si estuviéramos en Amanecer, que no es poco, una devoción compartida por Faulkner, quien, para el costarricense Carlos Fonseca “es el escritor latinoamericano por excelencia, aquí lo ha reivindicado Vanessa Londoño, como en su día Gabo, Vargas Llosa, Piglia... en ese momento en que el presente se inunda de pasado Faulkner siempre se nos aparece, con sus aguaceros torrenciales”.

“Hace mucho que no piso Latinoamérica, pero leeros es volverse a sentir una comunidad”, sintetizó Núria Bendicho el clima reinante. Organizado por Casa Amèrica Catalunya y Biblioteques de Barcelona, la primera jornada cumplió sus objetivos: además de los diálogos se llenó la sala y hubo que ampliar la capacidad del auditorio.

Para un primer día, no fue mala pregunta la de “¿quiénes somos?”. Fonseca, que emigró a Puerto Rico a los 7 años, explicó que “me quedé ya en un punto de ambigüedad identitaria, lo que me llevó a América Latina, porque ser latinoamericano es una forma de serlo todo. Estudié en EE.UU. y allí confunden todos nuestros países, yo me apropio de esa fantasía de los lugares coloniales”.

Constanza Ternicier admitió que su novela La trayectoria de los aviones en el aire “tiene un odio adolescente a Chile, donde se germina el estallido social. La sitúo entre Barcelona y un hospital en Londres, el lugar donde se pudo enjuiciar a Pinochet y no se hizo”.

Una de las mesas trató de islas, caribeñas, mediterráneas, atlánticas... Ahí la mallorquina Llucia Ramis dijo que “a los que hemos nacido en islas turísticas, el mundo entero nos pisotea”, pero que “una manera de salir de allí es la creación”. Laura Restrepo habló de otro tipo de islas: “En Bogotá, las clases y el estatus económico te aíslan de modo brutal. ¿Qué pasa cuando se tocan las islas pobre y rica? El resultado es atroz”, como reflejó en Los Divinos.

Para la argentina Selva Almada, autora de No es un río, “hace años, los feminicidios ni siquiera se llamaban así, eran descritos como acciones aisladas de violencia. Hoy mostramos que son parte del tejido social de una cultura atravesada por el machismo”.

La dominicana Sorayda Peguero Isaac, residente en Sabadell, recordó sus lecturas de estudiante, “cuando todos los autores que nos hacían leer eran hombres, como Juan Bosch o Joaquín Balaguer, ninguno se parecía a nadie que conociera”. En su Por aquí pasó una luciérnaga habla “de Celia Cruz, pero también de una niña que pasaba por mi calle y fue violada. Todos lo sabían, y nadie decía nada”.

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