Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

Reproducciones

Avatar del Listín Diario
Homero PumarolSanto Domingo, RD

Buscando un libro en el librero que hace mucho tiempo me regaló mi papá, un mueble grande y aún muy funcional de caoba, de esos que hacen que la gente diga: “Ya eso no lo hacen”. Buscando ese libro, me di cuenta de que las cosas terminan pareciéndose irremediablemente cada vez más, a quien pertenecen. Como casi todos los muebles de mi vieja casa, Papolo, un carpintero Higüeyano, hizo ese librero.

Buscando ese libro que nunca encontré, me di cuenta, no sólo de mi orden espontáneo y siempre variable, sino de que ordenamos físicamente las cosas, todo, tal y como está nuestra vida, nuestro ser.

Nos reproducimos una y otra vez en cada cosa que hacemos, no paramos, estamos siempre reproduciéndonos. Es irremediable dejar de ser quienes somos, tanto como dejar de reproducir nuestra forma de ser, nuestra forma de vida.

Es algo con lo que aprendemos a vivir. Vivimos en sociedad, tenemos formación -educación o no- y un sinnúmero de matices que nos definen. Cada cosa que hacemos nos reproduce. Aunque parezca un viejo profesor, debo decir que todo ello sólo manifiesta la importancia de la formación de lo que somos. Sea lo que sea que seamos.

Quienes nos conocen muy bien lo saben de tal forma, el hecho de que nos reproducimos en todo, que nos ven de manera inequívoca en algo tan universal como un vaso de agua, nos oyen en una canción que millones de personas cantan, nos perciben en un susurro, nos tocan en una silla, en un palo de escoba, en una hamaca, en un columpio, nos besan o nos escupen en una cerveza. Debe ser la razón por la que tantas veces al encontrar algún objeto que perdimos dicen o gritan: Míralo ahí, es ese, ese de ahí, claro, yo sabía, igualito a él / ella.

Ahora, al leer todo esto, no puedo dejar de ver en mi viejo librero de caoba, al gordo enorme negro y calvo que era Papolo, quién lo hizo, pero menos aún puedo dejar de ver reflejado en sus tramos marrones útiles y fuertes, los brazos siempre dispuestos a operar, a asistir, de mi papá ginecólogo, y todavía menos puedo dejar de verme a mí, en el color marrón laqueado de la caoba resistiendo siempre, con mis berrinches, y de vez en cuando, leyendo.

Tags relacionados