Finalmente vista en la fila de un cine

Era domingo y por circunstancias cotidianas del séptimo día -al margen de todo-, yo hablaba por teléfono con mi buen amigo, el anticuario y recogedor de cosas inservibles, Primitivo Detó .

La conversación, que ya venía lanzando sus últimos aspavientos antes del clásico: -Dale men, abur, después lo hablamos más lento en persona. De pronto devino en: -Men, es domingo, ¿Soportas coger p’al cine?

Nos metimos sin pensarlo en una de superhéroes, que según le habían dicho al recogedor de cosas inservibles, era de las mejores obras del séptimo arte. Digamos que no fue terrible.

Mientras estábamos en la enorme fila para entrar al cine, mi amigo comenzó a reír cada vez más fuerte con algo de euforia, y ante una muchacha no mayor de 15 años, muy grande, mulata y muy gorda, vestida de mamey de arriba abajo, que pasó a su lado, comenzó a gritar: -Es Carabachán, Carabachán, es Carabachán, la muy sorprendente Carabachán, asesina infalible de cucarachas y ratones.

Como todo el mundo en la actualidad anda con marcarilla o pañuelo amarrado en forma de antifaz, para evitar el contagio del coronavirus, no resultó excesivamente llamativa esta mulata obesa y enorme, vestida de mamey de arriba abajo, cuya mascarilla parecía un mosquitero kingsize.

Mi amigo en vano trató de acercársele, pues justo abrieron una puerta y la multitud que había estado parada mucho rato en espera, comenzó a moverse y a limitar los espacios de un lado a otro. La muchacha pasó, sin detenerse un segundo, jalando con una de sus manos a un perrito muy pequeño.

Entonces, el recogedor de cosas inservibles, volvió hacia mí su eufórica cara: ¿La viste? Esa es la heroína de la que siempre te hablo, era ella, era ella, casi le doy la mano.

Ya, más nunca habló de otra cosa, ni siquiera pudimos entrar al cine, la multitud agotó las entradas. Mientras escuchaba una y otra vez al eufórico recogedor de cosas inútiles, mi amigo Primitivo Detó, pensé: Como la novela de Dickens, Tiempos difíciles.