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¡¡Peligro, peligro, peligro!!

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Homero PumarolSanto Domingo, RD

El fuerte rugir de un motor setenta casi te rompe los tímpanos, tensa cada nervio, cada neurona de tu cuerpo. Tus huesos tiemblan de sólo escuchar ese rugir tan estridente, todas las células de tu organismo son sacudidas, se ponen en atención, CUIDADO dicen, e internamente una alarma comienza a sonar a todo volumen dentro de tu organismo.

Si eso sólo fuera parte de una crónica dominguera que lees en silencio en el hogar, acompañada con un cafecito y un dulce de coco, fuera de ese tipo de momentos maravillosos de la cotidianidad, independientemente de lo narrado por la crónica, pero no, es el sonido real de un motor que pasa a tu lado y pone en atención todo tu ser.

Tal vez en nuestra ancestral cultura taína había algún dios que asemejaba a los motoristas, pues los motoristas en esta ciudad con su actitud menosprecian a todo transeúnte, principalmente se menosprecian a ellos mismos. -Ayyyyy miserable peatón, quítate del medio -nos dice su actitud-, o sufrirás las consecuencias de caminar, de ser mortal.

Estás en cuidados intensivos por culpa de aquel infeliz mensajero que por llegar a tiempo a entregar una pizza, una malteada o una factura del servicio eléctrico, casi te parte en varios pedazos.

Estás siempre en atención precisamente para evitar esa tan común desgracia de ser atropellado en Santo Domingo por un motorista. Santo Domingo, una ciudad particularmente hermosa, pero donde cada vez se hace más común el desorden inobservado, donde los motores andan cada vez más por las aceras, espacio universalmente creado para caminar. Caminar, una de las acciones más saludables y que nos definen hasta filosóficamente desde los inicios de la historia, se ha tornado en esta ciudad en algo muy vulnerable, riesgoso y peligroso. Ya no es sólo tener cuidado de que no te atraquen, además hay que temer ser atropellado.

Santo Domingo ha crecido como urbe, lo que es real, muy evidente en términos físicos: crecen los edificios, los puentes, las calles, la iluminación de la ciudad, por sólo mencionar algunas cosas.

Para ser realmente una urbe moderna nos hace falta comenzar a variar muchas cosas, que de una vez por todas las autoridades asuman completamente el rol de proteger al ciudadano común, no se trata de hacernos un favor, NO. Es algo que nos corresponde. Servir y proteger al ciudadano es labor de las autoridades de toda urbe, es lo que les corresponde a ellos.

La ciudad crea su entorno, su forma de ser, de sonar, su propia forma de tránsito. La ciudad es un ente del que formamos parte y el hecho de que comprendamos eso es la única diferencia entre el hecho de que nuestro habitat esté más cerca o no del orden, de dirigir nosotros mismos su mejor evolución o desarrollo. Ya somos muchísimos dominicanos los que residimos aquí, hagamos las cosas con orden, echar p’atrás a tanta gente, no nos luce.

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