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Sin estremecer, de Altagracia Araujo

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Ysabel FlorentinoSan Cristóbal, RD

La vida es una suma de relatos o historias que se repiten con diferentes personajes pero, al fin y al cabo, es un sueño que muchas veces se pierde en sí mismo; o a lo mejor se convierte en un deja vu colectivo, de seres que piensan y padecen. Individuos que siempre están buscando la razón del porqué, el cuándo, dónde o quién es el responsable de colocarles en una especie de mundos paralelos, que se confinan a un mismo hábitat.

Desde aquí, tratan de explicar su propia existencia y es ahí que el hombre se siente tan acostumbrado a los avatares de la vida en que ya nada le es ajeno, y menos le sorprenden las casualidades o causalidades, solo siente que es parte de su cotidianidad.

Sin estremecer, es una serie de 11 relatos, que no tiene la intención de sacudir al lector con un gran final, ni siquiera busca alterarle el ritmo cardiaco con que cuenta, solo procura la simpleza del lenguaje; una semántica armoniosa que trata de conmover al espectador y lo va sumergiendo, hasta hacerlo sentir cómodo en ese espacio-tiempo.

La autora de Sin estremecer, no da mayor explicación de los personajes ni de lo que relata al lector, más que las que logre encontrar entre sus líneas o las conjeturas que pueda generar su cerebro. Aquí no hay una presunción por demostrar recetas del contar. No hay la intención de agobiar o de abrumar a quien lee, por el contrario, cada texto contiene una carga poética extraordinaria que lo va llevando sin que advierta de entrada lo que se relata.

Altagracia Araujo, autora de este conjunto de relatos, busca la belleza emocional, originada en sus antecedentes poéticos que adquirió a su paso por Proyección Artística 2000, taller literario que rendía culto a la poesía. Es de ahí su gran carga poética en lo que cuenta, con lo que procura llevar a quien dialoga con sus textos, en una limpieza estética, a través del hilar de las palabras, para convertirlas en una llovizna que roza sus mejillas, muy a pesar de la terrible crónica que relata.

Las historias que nos presenta Altagracia Araujo Dipré, parecen ser sacadas de un Comala o Macondo urbano, que se resiste a cambiar su tragicomedia vida, a pesar de encontrarse en pleno siglo 21; una sucesión de hechos que se repiten en planos diferentes, donde la autora busca la paralización de un lugar apartado, solitario, sin más ruido que los remordimientos.

Estos seres sin aparente vida física, constituyen hechos de vidas que nunca fueron vividas, sino, cierre de puertas en sus caras, de las que nunca se enteraron cuál fue la verdadera razón que los trajo a este mundo y sus circunstancias.

La maestra Araujo, juega con sus personajes a través de un retrato psicológico, donde no existe locación; todo sucede en la temporalidad adyacente, la cual se convierte en un compendio de sensaciones inconclusas, donde la narradora no procura el tradicional final feliz, ni sorprendente, sino el disfrute de una historia que puede estar ocurriendo en cualquier momento, sin una pizca de asombro, con pasmosa normalidad.

Si nos vamos a lo particular de los textos, nos encontramos con el eco de los movimientos que se sienten en sus relatos, producidos a través de acciones pasibles que nos dan una idea brumosa de los personajes, en frases poéticas, que si bien no los describen del todo, deja a la imaginación la construcción de la imagen que se quiera del personaje, y que sea él mismo, quien juzgue y de la condena que mejor considere.

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