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“La Victoria”, novela de Carmen Natalia

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Yadimir M. CrespoSanto Domingo

La Victoria es el título de la primera novela de la escritora y periodista dominicana Carmen Natalia.

En esta ficción narrativa multitemática convergen el amor y el arte a partir de la dramática historia de un escultor cuyos deseos son perpetuar su memoria por medio de una estatua de musa, su cuñada.

Oriunda de la “tierra de peloteros y poetas”, San Pedro de Macorís, Carmen Natalia Martínez Bonilla fue una destacada escritora que colaboró en los movimientos Los Nuevos y La Poesía Sorprendida.

Carmen Natalia, considerada como una de nuestras primeras autoras, dejó un legado de adaptaciones teatrales y novelas. “Llanto sin término por el hijo que nunca ha llegado”, un poema extenso, la hizo obtener el primer premio del Ateneo de Puerto Rico en 1959; pero en esta ocasión nos referiremos a La Victoria.

La novela, originada en 1942, no narra una historia nueva e innovadora, sino el amor que sienten dos hermanos por una misma mujer, un amor en principio no correspondido y a la vez imposible, resultado del sacrificio de un alma piadosa que solo quiere complacer a un enfermo agonizante, su cuñado. Lo que la distingue de otras novelas.

El arte no es solo el tema principal junto con el amor, sino que también es una constante en las letras de la autora. La literatura es mágica y cada palabra transmite esa sensación gracias a la estética con la que cuentan estas líneas cargadas del uso de figuras literarias que fluyen al compás de la historia.

A lo anterior le acompañan otras inquietudes profundas. Los personajes se introducen en cavilaciones tan complejas y a la vez tan simples, que nos hacen reconocer detalles de la vida e, incluso, llegan a producir dudas existenciales.

Estamos frente a tres vidas; sin embargo, los cambios entre un punto de vista y otro son tan estratégicos y delicados, que resultan imperceptibles, aunque marcados, entre cada narrador. Sin mencionar los símbolos que en determinados momentos se convierten en sujetos de la historia.

Tampoco se pueden obviar las descripciones que reflejan la atmósfera que rodea a estos personajes; detalles ni muy extensos, ni muy precarios, elementos que transmiten emociones y sentimientos del momento y la persona. Se disfruta y se conduele de cada experiencia; se vive cada capítulo con la misma intensidad del personaje.

A pesar de que se puede contemplar como una obra de gran grosor, cada uno de sus breves capítulos se aprecian tan rápidamente que el lector queda con deseos de saber más. Carmen Natalia dio vida a una narración fresca, interesante y variada, con un storytelling tan creativo que la convierte en una novela muy de estos tiempos. Un ejemplo de estas técnicas es la ausencia de una narración lineal que destaca en los capítulos finales, no es una pérdida cronológica ni ausencia de “flashbacks”, sino prevalece en el presente, como recuerdos del pasado, las historias de objetos inanimados que con las letras de sus orígenes cobran vida.

Al leer el título de estas 187 páginas e iniciar esta historia que, por cierto, se encuentra dentro de otro relato, se pueden imaginar otros temas y protagonistas. No obstante, la única victoria que presenta es el triunfo de Gerardo por aprovechar y disfrutar sus últimos días; morir haciendo lo que más ama, explotando su don pero, sobre todo, la Victoria frente a su realidad, permanecer más allá de su destino final: la muerte.

Así como La Victoria de Gerardo, quedó la prosa de Carmen Natalia plasmada en el tiempo, pero siempre vigente. “Aquella historia triste, dolorosa y amargada, llenó de sombras mi espíritu”, escribe en una de sus últimas líneas. La narradora culmina comentando que no sabría escribir en palabras todo lo que escuchó e inspiró su primera novela.

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