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José Ángel Buesa el cubano que cantó a Duarte

Mario Benedet incluyó el “Poema del Renunciamiento” en su antología “Las cien mejores poesías de amor hispanoamericanas”. Hasta el presente, ha sido el único poeta del Nuevo Mundo con más de dos millones de copias vendidas de sus libros.

José Ángel Buesa (Cruces, 1910- Santo Domingo, 1982) marcó una época en la historia de la literatura latinoamericana (2).

Por encima de admiradores y detractores, fue un poeta en el sentido total de la palabra: Romántico, pero místico; amatorio, pero reflexivo; circunstancial, pero eterno.

Su inolvidable Poema del Renunciamiento fue incluido por Mario Benedetti entre las cien mejores poesías de amor escritas en el subcontinente. Buesa no sólo ha sido el único poeta hispanoamericano que ha vendido más de dos millones de copias de sus libros, sino que gozó de una popularidad tan amplia, que sus versos llegaron a enraizarse en varias generaciones.

Su poemario Oasis, fue aclamado por multitudes. Por ello los grandes poetas del continente, como Nicolás Guillén (3), lo admiraban y distinguían.

Obligado por coyunturas extra literarias (4), dejó atrás la patria que lo vio nacer y vino a internarse en esta media isla para darlo todo a cambio de nada.

El canto a Duarte Debió ser el destino quien hizo posible que el poeta dedicara los últimos quince años de su vida a la República Dominicana, país donde dejó, junto a publicaciones, revistas y labor formativa, a un grupo de sus mejores amigos y sus mejores textos literarios.

En 1976, y en ocasión de conmemorarse el centenario de la muerte del Héroe Nacional de la República Dominicana, Juan Pablo Duarte, se convocó un concurso de poesía para homenajear tan importante efeméride.

El poeta cubano José Ángel Buesa, residente en el país en ese entonces, participó en ese evento con un extenso canto, que cada año adquiere una relevancia mayor porque es considerado como uno de los mejores textos épicos de la historia literaria nacional. Y no es raro que su autor fuera un nacional cubano.

República Dominicana era para Buesa no solo su segunda patria, sino la gran mitad de su corazón. El poeta no se cansaba de repetir que Duarte era el José Martí de la Mayor de las Antillas y viceversa. Por eso concluye este canto con un verso profético:

Hermano de Martí: Juan Pablo Duarte.

Buesa consideraba que la obra y accionar del fundador de La Trinitaria debía ser difundida y estudiada con auge especial.

En aquel concurso, el Canto a Duarte obtuvo el segundo lugar. Según refiere el hijo del bardo, José Ángel Buesa Ávila, el texto no mereció el Primer Premio por razones extraliterarias: un cubano no podía alzarse con el mayor pergamino en un evento convocado en Santo Domingo en homenaje al Padre de la Patria Dominicano, aunque su texto fuera de mayor calidad y trascendencia.

Sin embargo, con el paso del tiempo, el poema que obtuvo el primer lugar, casi ni se recuerda, mientras el Canto a Duarte de José Ángel Buesa, es referencia obligada a la hora de hablar de los mejores textos dedicados al patricio y donde su vocación independentista por el país que lo adoptó en su tortuoso exilio, no puede ocultarse:

“Hecha jirones la bandera extraña,

ahora flota de nuevo su bandera,

nunca más la de Haití ni la de España,

sino la única suya y verdadera…”.

Letra ejemplar desde el punto de vista formal, el poema tiene varias aristas insospechadas, sobre todo esas imágenes sacras que fluyen como senderos ocultos de la historia donde la poesía sabe desentrañar los oscuros sucesos de la vida del héroe.

Además, Canto a Duarte es uno de los pocos poemas épicos en la extensa y exitosa carrera del poeta antillano. De ahí que su admiración hacia el patricio dominicano sea más sentida que entusiasta.

El metro y la rima, aquí van relegados a un plano externo: la gran poesía está incluida como categoría literaria dentro de los acontecimientos históricos y humanos que se resaltan del héroe.

Buesa fue un poeta “rimador” por excelencia, y a mucha honra, según su propia confesión: Si Dios me ha dado la facultad de rimar y medir en la poesía, por qué la voy a rechazar, le confió a su amigo Mariano Lebrón Saviñón.

Su noción del ritmo y la musicalidad confluyen en el mundo de sus rimas en busca de la perfección formal. El texto llega envuelto, además de referencias bíblicas y apócrifas que enlazan de manera armoniosa lo divino con la heroicidad sin que ambas categorías pierdan razón de ser. Esta virtud no solo se observa en el empleo de palabras y sustantivos referenciales, sino con la construcción de espacios líricos de impecable factura como:

“General de la pena que se calla,

cristianamente pobre en el camino;

general del pupitre campesino

que es tu más noble campo de batalla”.

Ó

“Llegó tu hora, General Juan Pablo:

Aquí está el cáliz negro; bébelo gota a gota.

Resígnate a tu suerte, para que goce el Diablo

viendo que te encarcela un compatriota”.

En Canto a Duarte se entremezclan cuartetos isosilábicos con cuartetas y dísticos. En total, el poema contiene 342 versos, divido en once partes o cantos que reseñan la trayectoria del personaje a través de los acontecimientos históricos que conllevaron a la Independencia Nacional.

Según confesiones de amigos y familiares, Buesa lo escribió “de un tirón”, y lo publicó tras extensas jornadas críticas con la desinteresada colaboración de Mariano Lebrón Saviñón. Sin embargo, su lectura nos advierte, irremediablemente, que el texto fue concebido mucho antes. Es decir, ya estaba “hecho en su memoria”. Así lo demuestran las páginas de la historia dominicana sintetizadas de manera ejemplar en imágenes y metáforas ejemplares.

Poesía civil Según señala Virgilio López Lemus (5) en su prólogo a la selección poética Nadie sabe por qué…, José Ángel Buesa nunca fue un poeta político: No lo fue, ni cuando le intentó cantando a la guerra mundial o al prócer dominicano Juan Palo Duarte. Su poesía es bastante despolitizada, pero en contraste, resulta una poesía de la polis, de la ciudad. Hay una razón para esta poesía, hay un público ávido de ella, existe la necesidad de expresar un modo de ser, una idiosincrasia, y Buesa supo poner el dedo sobre la llaga. (6).

Según el propio López Lemus, el Canto a Duarte es el mejor de sus poemas “políticos”: En él quiso homenajear al prócer de su patria de adopción y de su posterior muerte: la República Dominicana. (7)

Las Odas por la victoria (1943) se escriben y se publican en pleno auge de la Segunda Guerra Mundial. No son textos poéticos de estro elevado, pero sí se apartan considerablemente del tono amatorio de la poesía de Buesa, para asumir una poesía civil que se expande en seis textos: A Rooselvert, A la Marina Mercante inglesa, A Madame Chiang Kai-Sheg, A Francia, Al Ejército Soviético y Al generalísimo Chiang Kai-Sheg.

El poeta en la República Dominicana El poeta llegó a Santo Domingo en 1968, gracias a un contrato de trabajo firmado con la emisora estatal Radio Televisión Dominicana (hoy CERTV), suscrito entre él y el entonces Director General de la entidad, doctor Ramón Lorenzo Perelló. Sin embargo, para muchos, esta invitación estuvo muy vinculada a los deseos del entonces presidente de la República, doctor Joaquín Balaguer de traer definitivamente al país al poeta cubano, por quien sentía gran admiración.

Los trámites laborales se viabilizaron con suma fluidez, entre otras causas, porque Buesa ya conocía la República Dominicana y le agradaba el país: lo había visitado en 1954 y en esa ocasión tuvo que ser intervenido quirúrgicamente de emergencia en la clínica Doctor Betances. Mientras paseaba en coche por el malecón de Santo Domingo, le vino de pronto un dolor de apendicitis aguda. De la operación, en la cual se le extrajo ese órgano, salió en estado satisfactorio.

Con la decisión del entonces presidente Joaquín Balaguer, el doctor Perelló ganó para el país no sólo a una figura de prestigio universal, sino que logró integrarlo a redactar guiones de radio novelas que supuestamente se trasmitirían por la emisora estatal.

El primer libreto encargado fue sobre la famosa novela Enriquillo, de Manuel de Jesús Galván que Buesa conocía perfectamente debido a su difusión en Cuba y a la crítica favorable que José Martí había escrito de ella.

A los pocos días de instalado, Buesa manda a buscar a su esposa, Juana Ávila Cantú, ciudadana mexicana, con quien acababa de contraer matrimonio ese mismo año y con quien procrearía un hijo varón en Santo Domingo, llamado igual que él y conocido con el seudónimo de “Papucho”. Al momento de su fallecimiento, el hijo menor de la familia solo contaba con once años de edad. Vivieron durante dos meses en el hotel Embajador. Después, se trasladaron a la ciudad de Santiago de los Caballeros.

En Santiago, la familia Buesa residió por espacio de ocho años, primero en el hotel Mercedes y después fijó residencia en un inmueble ubicado en los Jardines Metropolitanos. De allí se trasladó a un apartamento en la calle Estrella Sadhalá, donde permanecieron hasta su partida definitiva a la capital dominicana. La razón de una permanencia tan prolongada fuera de Santo Domingo se relaciona con el extraordinario parecido que Buesa le encontró a la misma con Santiago de Cuba y, nadie lo podía convencer de lo contrario.

Él viajaba periódicamente de Santiago a Santo Domingo para entregar sus libretos. El gobierno dominicano lo rodeó de muy buenas condiciones de trabajo y no lo presionó jamás.

En Santiago, Buesa difundía artículos en el periódico La información y realizaba encargos publicitarios para la Compañía Anónima Tabacalera dada la estrecha amistad que lo unía a su antiguo propietario, el “Chino” Almonte.

Tras la muerte de Almonte, el poeta decide emigrar a Santo Domingo y, por esos días, conoce al doctor Guarionex López, hermano del entonces Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, quien lo distinguió con su amistad.

El doctor López fue quien le procuró una cátedra docente en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU) y un empleo como especialista en la Dirección de Publicaciones del propio centro de estudios.

El poeta trabajó en la UNPHU desde el 8 de marzo de 1975 hasta su muerte, ocurrida la medianoche del 15 de agosto de 1982. Allí fue Jefe de Redacción de la revista cultural Aula, que dirigía el poeta Mariano Lebrón Saviñón, quien fue su gran amigo, confidente y asistente permanente en las tertulias literarias que organizaba en su casa de la calle Santiago, muy notables por la calidad de la oferta cultural que en ellas se desplegaba (música culta, canto operístico, charlas de filosofía y literatura clásicas y comidas cubanas y latinoamericanas tradicionales).

Antes de esa fecha y desde Santo Domingo, Buesa fue el editor de la revista Oasis, de la cual sólo salieron 6 números y que tuvo la peculiaridad de ser impresa en Puerto Rico. El alma financiera de la publicación lo fue el señor Esteban Ramallo. Esta revista no indicaba en sus páginas su fecha de publicación ni su carácter temporal. Era una especie de antología de la poesía universal, preparada por Buesa para difundir en el país a los grandes poetas de todas las lenguas y contribuir así a la educación artística de los dominicanos.

José Ángel Buesa, después de varios meses de agonía, falleció de un cáncer pulmonar en su residencia. Fue sepultado en el Pabellón de la Asociación de Cubanos Residentes en República Dominicana, en el cementerio de Cristo Redentor, en las afueras de Santo Domingo.

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Notas (1)Los datos que al autor ofrece en este artículo sobre la trayectoria en la República Dominicana de José Ángel Buesa y su familia fueron obtenidos en entrevistas realizadas y publicadas en el suplemento cultural Lecturas de Domingo del desaparecido periódico La Nación a la señora Juana Ávila Cantú viuda Buesa (ya fallecida); el doctor Ramón Lorenzo Perelló y el poeta Mariano Lebrón Saviñón (N. del A.)

(2)En el año 2011, la editorial Letras cubanas a través de su colección Biblioteca Básica de la Literatura Cubana, publicó la más amplia selección difundida hasta el presente con textos del autor y que abarca toda su obra publicada. El libro, de 338 páginas numeradas, y titulado Nadie sabe por qué…, fue complilado y prologado por el poeta cubano Virgilio López Lemus. A pesar de su tirada de 2,500 ejemplares, la edición se agotó a las pocas semanas de su puesta en circulación. En dicha edición no se incluye ningún texto de su famoso Canto a Duarte (N. del A.)

(3)Durante su visita a Santo Domingo en 1979, Nicolás Guillén sostuvo contacto telefónico con José Ángel Buesa. La llamada se produjo días antes de su partida en presencia del doctor Mariano Lebrón Saviñón. La misma fue breve, pero intensa. Según relato del propio Lebrón Saviñón, Buesa le confesó que el autor de Sóngoro Cosongo se interesó por su salud y se puso a su orden por si necesitaba algún tipo de ayuda de cualquier tipo.

(4)Existen dos versiones sobre el exilio de José Ángel Buesa en medio del auge del triunfo de la Revolución Cubana. La primera se relaciona por instigación pública de obligarlo a escribir textos de alabanzas a los líderes de la gesta liberadora: “Yo solo escribo poemas de amor, la literatura política no está dada en mí”, decía como respuesta a aquellos emplazamientos. La segunda es mucho más creíble. Estando fuera del país, en una de sus tantas giras internacionales, el poeta cubano Manuel Díaz Martínez, publicó bajo su firma en suplemento Lunes de Revolución un artículo acusatorio contra Buesa por salir a viajar por el mundo como poeta y no involucrarse como actor directo en el proceso que comenzaba a vivir su país. El autor de Oasis tomó esto como lo que realmente era, un ataque político contra si figura, y decidió no regresar jamás a la tierra que lo vio nacer.

(5)López Lemus, Viegilio (Fomento, Sancti Spíritus, 1946). Doctor en Ciencias Filológicas por la Universidad de La Habana. De su amplio quehacer literario sobresalen los poemarios El pan de Aser (1987), La sola edad (1990), Cuerpo del día (1999) y los libros de ensayos García Márquez, una vocación incontenible (1982, 1987, 1990), Palabras del trasfondo (1988), La imagen y el cuerpo: Lezama Lima y Sarduy (1998), Dulce María Loynaz. Estudio de la obra de una cubana universal (2000), La décima renacentista y barroca (2002), Narciso, las aguas y el espejo (2007), El siglo entero (2008) y El oro de la crítica (2013), entre muchos otros.

(6)López Lemus Virgilio: Buesa o la persistencia de lo instantáneo, prólogo a Nadie sabe por qué… Editorial Letras Cubanas, 2011, pag.13.

(7) Ibidem.

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