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Crítica literaria

Derrotero sentido de un destino o el destino de un sentido, de Eduardo Milán

Eduardo Milán (poeta uruguayo) nos propone un proyecto que no es nuevo, pero sí como ámbito de la vanguardia.

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Víctor BidóSanto Domingo, RD

Nuestra reseña se inserta desde otra perspectiva dentro de las vertientes poéticas del siglo XX y lo que va de siglo. Ciertamente, las vanguardias han producido la novedad que el lenguaje puede o extremar. La tradición Moderna se basa en la traición de la ruptura. Cada movimiento está en un nuevo resurgir como el Neobarroquismo o destellos de la poesía Concreta en nuevos creadores. La búsqueda es constante y tautológica, pero la Modernidad es el aguijón para nuevas propuestas. El siglo dirá donde se crearán los sentidos de la poesía actual.

Eduardo Milán (poeta uruguayo) nos propone un proyecto que no es nuevo, pero sí como ámbito de la vanguardia, sobre todo, desde la poesía Concreta. La misma connota un proceso de escritura distinta a la versificada. Esta depende de la sonoridad y el potencial oral para ser recitada para sus fines estéticos. En cambio, el poema concreto ocupa un espacio dado por la página como herramienta expresiva jugando con la disposición del texto sobre la hoja, es posible introducir otros elementos significantes no lingüísticos en la obra.

Cierto, el poema busca su autocracia significativa lejos de la simbolización y los elementos tradicionales del poema. Me explico. El poema tiene una referencia externa e interna. La objetividad analógica como el sentido o intención que, desde la subjetividad adquiere ese portón de posibilidades significativas polisémicas. Los antecedentes se encuentran en Ezra Pound, Mallarmé, Maiakovski… Eduardo toma del sentido la autonomía concreta como objeto en sí mismo. De ahí “Derrotero Sentido de un Destino”. Este destino se queda en el poema como un objeto significativo, aunque sus recursos no son sólo visuales sino también verbales. También busca del destino un sentido como objeto o nada o la construcción misma. El sentido nihilista agravado por no tener destino alguno. La experiencia es “elegante”. Cada poema recogido en este texto se constituye en constelación, y lo es porque es producto antológico de la producción del poeta. Además, contiene un ensayo en cuatro partes donde plantea esa necesidad de la objetividad como referencia significativa. Otro extremo sería la urgencia del desvelamiento que tropieza con lo inefable de la experiencia. En ambas existe la posibilidad de una imposibilidad, aunque esta última nos da una brisita del despertar aquí y ahora. En ambas el lenguaje se desenvuelve en lo escueto y sus recursos.

El destino del sentido se vive en el objeto en sí mismo. Los significados se remontan a la guarnición de la página en blanco y como tal busca ensortijar el sentido que parte del vacío o la nada de donde emanada. Cada poema se demora en abarcar al receptor que podrá reconstruir o encontrar la metafísica discursiva.

En el poema: decir ahí

(Pág. 15)

Decir ahí es una flor difícil

decir ahí es pintar todo de pájaro

decir ahí es estar atraído

por la palabra áspera

cardo

Decir ahí no señala la realidad. Hace referencia al espacio donde se sustenta el poema y, a la vez, la enunciación es adámica. Poner nombre a la creación. Ya lo había dicho Huidobro: Has que florezca la flor en el poema.

Decir ahí es pintar todo de pájaro

decir ahí es decir todo de nuevo

y empezar por el caballo.

La otra parte del poema se sitúa en tiempo presente:

El caballo está solo

ahora está solo

no hay ahora oscuro

no hay ahora de silencio

Cada poema busca el destino de su sentido. La experiencia será donde se oyen gritos, chapas, cascos, espacios de silencio donde se apoyan las plumas.

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