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El carbonero de ideas

Cultura en combustión (1 de 2)

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Fernando GonzálezSanto Domingo

“Era estupendo quemar. Constituía un placer especial ver las cosas consumidas, ver los objetos ennegrecidos, cómo cambiaban”. Es considerada una de las entradillas más famosas de la literatura estadounidense del Siglo XX.

Aunque no tenga el mismo valor literario y nivel de poesía moral de la distopía descrita por Huxley, esta apreciación no le resta calidad para decir que no estemos frente a una historia de redención muy bien ejecutada, por lo que se ha convertido en una de mis favoritas.

“Fahrenheit 451” se ambienta en un mundo distópico en donde el conformismo y los cortos intervalos de atención son la norma, y los bomberos (paradójicamente) se dedican a la combustión de libros, bibliotecas, y hasta los individuos que se encargan de protegerlos de la extinción. Entre ellos se encuentra Guy Montag quien, tras un encuentro extraño, comienza a cuestionar su rol de provocar incendios, hasta el grado de cuestionar su felicidad.

La sociedad descrita en esta novela es muy similar en esencia a la pseudocultura de “Un mundo feliz”, siendo su principal objetivo la felicidad de sus individuos. Aunque ambas sociedades tienen distintos significados para este concepto (la sociedad de BRadbury la percibe como un sentido por el que luchar), sus métodos para alcanzarla eran similares: ambas condenaban la soledad y el pensamiento profundo, y propiciaban la vida en conjunto todo el tiempo. Estos alcances represivos para masificar el consumo compulsivo y la felicidad, condicionando la libertad y el pensamiento individual, a diferencia de la sociedad descrita por Orwell fueron provocados por la apatía de la gente, condición alegórica a las culturas superficiales en las que hoy vivimos.

Sin embargo, la evolución de Montag (sin mencionar el de miles de académicos subversivos) es un símbolo de esperanza. Desde su encuentro con Clarisse McClellan, comenzó a realizarse interrogantes que terminarían acabando con su falsa felicidad.

Esta novela corta, en tres partes, se lee casi como un cuento largo con escasas divisiones en escenas: esto se logró gracias a la maestría de Bradbury en el relato corto. El autor (siendo esta una de sus contadas novelas) logró adaptarse muy bien al género, logrando una novela que te atrapa desde las primeras líneas y te mantiene enganchado. Aunque se trate de una obra de ciencia ficción ‘suave’ (que trata más que la ciencia, temas más literarios y humanos), eso no le demerita la cantidad de metáforas que le dan un estilo único y profundo al texto.

Una efeméride también interesante aparece en el contexto de su escritura. Ray Bradbury vivió en carne propia la era del “macartismo” en la Guerra Fría, y temió que censuraran la obra suya y de sus compatriotas. Más que al propio acto de la censura, Bradbury hace una crítica social a la superficialidad y la cultura de gratificación instantánea, lo que convierte a este clásico en una predicción más relevante que nunca.

El autor insistió desde 1953 (fecha de publicación de “Fahrenheit 451”) en la importancia de la lectura: porque dicho hábito es en términos simbólicos, pilar del auténtico saber, que es el pensamiento crítico y profundo.

Ficha técnica Traductor: Alfredo Crespo; Sello: DEBOLSILLO; Formato, páginas: Bolsillo, 192; Medidas: 125 X 190 mm; ISBN: 9788490321478; Temáticas: Fantasía y ciencia ficción. Colección: Contemporánea. Edad recomendada: Adultos

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