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Narrativa

Rituales cotidianos, de Ysabel Florentino

La poesía es nuestro género mayor y por ella han transitado muchos de los que hoy ostentan un lugar privilegiado en la literatura nacional. Sin embargo, a mediado del siglo XIX aparece El garito, de la autoría de Alejandro Angulo Guridi, considerado como el primer cuento dominicano y publicado en el periódico “El Orden” el 22 de abril de 1854, bajo el seudónimo de Taramayna.

En 1891 César Nicolás Penson da a conocer Cosas añejas, una colección de 11 relatos que retratan nuestras tradiciones, estampas campesinas y cuadros de costumbres. En 1904 José Ramón López publica Cuentos puertoplateños, para algunos, con esta obra se da inicio al cuento rural dominicano. Sigue la misma línea Fabio Fiallo con Cuentos frágiles (1908) y La manzana de Mefisto (1934), entre otros autores.

Desde entonces el cuento, como género literario, ha tenido dignos representantes: Juan Bosch, Virgilio Díaz Grullón, Marcio Veloz Maggiolo, Pedro Peix, Diógenes Valdez, René del Risco Bermúdez, Avelino Stanley, Pedro Valdez, para solo una muestra. Aunque el cuento ha sido trabajado mayormente por hombres, las mujeres dominicanas también han cultivado el género. En 1901 Virginia Elena Ortea incluye varios relatos en su libro Risas y Lágrimas, y al año siguiente (1902) Amelia Francisca presenta al público Cierzo en primavera. Más tarde aparecen los escritos de Delia Weber, Hilma Contreras, Aída Cartagena Portalatín, Jeannette Miller, Ángela Hernández, Carmen Imbert Brugal, entre otras. A la escasa lista de mujeres cuentistas se suma Ysabel Florentino con Rituales Cotidianos: una serie de textos cortos en los cuales la joven autora demuestra un amplio dominio de las técnicas del difícil mundo de la narrativa breve

El primer cuento, titulado En el barrio no hay mariposas, ganó el segundo lugar en el Concurso de Cuentos y Ensayo Camino Real, Fundación Juan Bosch. Desde que lo leí tuve curiosidad por saber cuál había logrado el primer puesto en el prestigioso concurso, porque para destronar a éste de la cima tenía que ser un buen cuento. No he leído aún el que se llevó la mayor presea pero sí puedo decir que este cuento reúne las dos herramientas principales de todo buen texto literario, es decir, el equilibrio entre fondo o contenido y forma o continente.

El fondo o contenido.

Para el crítico literario Raúl Castagnino en el análisis de fondo o contenido de una obra deben estudiarse los aspectos siguientes:

- Tema - Argumento - Acción - Tiempo - Espacio - Personajes

El tema. Aunque la autora no lo dice textualmente, se asume que el padre que desaparece por cinco años y luego regresa ataviado de traje, adornado con cadena, guillo y anillo regresa del extranjero. Porque para un hombre de barrio pobre este salto económico solo puede lograrlo si sale del país. El tema que ella plantea no ha sido lo suficiente tratado en la narrativa dominicana, tal vez, porque quien viaja al extranjero y regresa luego con un aire de Don Juan es el muchacho del barrio marginado, y el barrio marginado como nicho social no parece interesar a muchos de los laureados escritores dominicanos

El Argumento. El argumento es la reiteración de una realidad que se da en la mayoría de los hogares de los barrios carenciados de la República Dominicana: la falta de oportunidad hace que el joven dominicano crea que la única manera para salir de la pobreza es abandonar la tierra que le vio nacer, principalmente llegar a Nuevo York. Para eso tiene que vestirse de coraje, de ambición y pensar en él y solo en él, su meta es llegar a los Estados Unidos y si tiene que atravesar el Canal de la Mona en una frágil embarcación lo hará sin pensarlo dos veces. Su mujer es un atraso y le estorba en sus planes de vida, además la culpa de ser la causante de su mala suerte: “¡Malaya sea la hora que me casé contigo! Odio esta vida que tengo. Quiero ser importante, con mucho dinero. ¡No soporto esta miseria humana que eres! Te maldigo y me maldigo por seguir a tu lado”. Tampoco le importa la criatura que llevaba ella en el vientre, por eso las abandona. Ysabel Florentino nació en un barrio, por eso conoce al dedillo cada pedazo de miseria que tapia sus calles, conoces sus necesidades y retrata con palabras precisas las experiencias vividas: “Cruzó angostos callejones que terminaban en los patios traseros de otras casas. Todas tenían un gran parecido con la suya: rellenas de parchos de hojalata; el techo soportaba los desechos que no eran capaz de botar. El baño era compartido con los demás vecinos, además de ser un hoyo de cemento con forma de cubo”. “En el barrio no hay mariposas, sólo mosquitos gigantes, criados en los pozos de aguas acumuladas. Los callejones en el barrio son fríos, solitarios, oscuros y tristes como la vida. Al amanecer se llenan de niños preñados de lombrices, con sus costillas al sol, sus carnes parecen haberse consumido con sus sueños, y juegan a ser felices correteando con neumáticos o cajas de cartón con ruedas de javilla, creyendo que son los juguetes que Santa Claus dejará un día bajo sus camas”. Estas descripciones, narradas con una prosa impecable, sacuden las simientes de la existencia humana, porque eso es un buen cuento: la combinación perfecta entre sentido y sentimiento.

La acción. En narratología la acción es una serie de acontecimientos narrados. En términos aristotélicos “la acción es un aspecto del estrato fenoménico mundo presente en la obra narrativa, el nivel correspondiente a la dimensión representativa-referencial del lenguaje de la obra”. Vladimir Propp en su obra La morfología del cuento, y quien difiere de las obras de otros formalistas rusos, no estudia el arte, sino el folklore. Cuya finalidad es proporcionar un método de análisis formal que pueda servir de base para un estudio de las estructuras sociales, y el barrio es parte fundamental de esa estructura. Soslayarlo sería mutilar el corpus social de hechos antropológicos que harían difícil el estudio histórico del género narrativo La autora, con un dominio magistral de la tekné del cuento, comienza la historia en el nudo de la acción:

- ¿A dónde vas, Mamá?

- No te preocupes. Traeré de comer.

Salió de prisa huyendo a las preguntas. Cerró la puerta.

Continúa el relato con un monólogo interior en el que expresa tristeza y óptimos al mismo tiempo: “No te preocupes mi amor, serás un gran ingeniero”; luego, sumergida en su introyección perturbada, recuerda los insultos y vejámenes del padre de su hijo. Jugando con el tiempo psicológico entra y sale de los escenarios con asincronía analéptica hasta volver al punto de partida del relato: su morada. Ya dentro alguien toca la puerta, ella le reconoció al instante, es el padre del niño quien aparece cinco años después. No viene por su hijo ni por ella, viene a enrostrarle que logró su sueño desde que tomó la sabia decisión de abandonarla. Por eso, llega vestido de traje y corbata, cadena, guillo y anillo de oro: pero él no la impresiona porque “Todo su rostro parecía estar feliz, pero en el fondo de su ser, era un despojo humano”.

El final es magnífico, una muestra más de que la autora domina los fundamentos del cuento. Dice Cortázar, maestro de este género, que la novela gana siempre por puntos, mientras que el cuento debe ganar por knock-out. Y esto es lo que ha hecho la joven cuentista en este cuento: dejar sin aire al lector.

El tiempo. El tiempo en que la autora desarrolla la historia es de actualidad, se ha arraigado en nuestra sociedad en las últimas décadas. Fruto del fracaso de la clase política los jóvenes de los barrios marginados han perdido la confianza en el país, entienden que la única salida a su pobreza extrema es emigrar. Antes el paraíso era los Estados Unidos pero en los últimos años Europa se ha convertido en un destino atractivo, no solo para los jóvenes sino también para las jovencitas que aspiran casarse con un extranjero para elevar su calidad de vida.

El espacio. El lugar donde se origina la historia es el barrio, cualquier barrio marginado de la Republica Dominicana, con todas sus precariedades, sus callejones, sus letrinas compartidas, las aguas negras estancadas, las casas de tablas y hojalatas, carcomidas, sin piso, y techumbre que no evitan las aguas cuando llora el cielo. Ese microcosmos que es el barrio no tiene voz ni dolientes; Ysabel Florentino en este cuento soberbio, narrado con pulidas prosas, le recuerda al mundo “que el barrio también existe”

Los personajes. Aunque en el cuento el verdadero personaje es el acontecimiento, es decir lo acontecido, en este mythos los protagonistas son dos cuadros sociales que se dan a diario en nuestros barrios carenciados. En primer lugar la paternidad irresponsable, la mujer abandonada, quien tiene que costear sin ayuda del marido el embarazo y luego la manutención del niño hasta su emancipación. El segundo cuadro es el del domincanyork, el tipo que arriesga su vida para emigrar a los Estados Unidos o a Europa y luego regresa con el cuello cubierto de prendas, muchas veces de golfied o alquiladas. Pero tiene que mostrarle al barrio un bienestar inexistente.

La forma o continente.

Dice Diógenes Valdez que es en el cuento donde las exigencias de la prosa alcanzan un rigor extremo. Aunque algunos de los grandes cuentistas afirman que la elección de un buen tema es fundamental para el éxito de un cuento, Cortázar señala que en el cuento no existen personajes ni temas buenos o malos, existen buenos o malos tratamientos. Por otra parte, Aton Chejov, otro maestro del género, impuso una forma de narrar sin consecuencia, donde nada sucede, demostrando por igual que todo es narrable y que un adecuado tratamiento narrativo puede hacer de un tema insignificante un texto interesante desde el punto de vista lingüístico, semiótico o morfosintáctico. La grandeza de todo texto literario radica en la combinación de ambos requerimientos: fondo y forma. Ysabel Florentino en este cuento nos brinda, no solo un tema sensiblemente humano como único recurso para atrapar al lector, sino que se esmera en escoger cada palabra, cada verbo, adverbio, adjetivo y sustantivo, logrando que la prosa, como parte individual del discurso narrativo, adquiera un valor independiente al sentido semántico que transmite. Coincidiendo, tal vez sin proponérselo, con el crítico argentino Federico Peltzer, cuando afirma que en el cuento “hay una idea poética que lo sostiene, participando mucho de la estructura de un poema”, es que la autora salpica lo narrado con expresiones líricas que al leerlas dan la impresión de leer el fragmento de un poema:

*El cielo se hizo un hueco inmenso*

*sus carnes parecen haberse consumido con sus sueños*

*El miedo congeló sus piernas y la empujó a tropezar*

* Llovió adentro, en la casa y en su alma*

El segundo cuento titulado Monólogo del libro, ganador también del segundo lugar en el Concurso de Cuentos Radio Santa María, La Vega, 2007, rompe con el esquema del primero. Si En el barrio no hay mariposas es notable la influencia de Juan Bosch tanto en el tema como en la estructura, en este la autora entra, con el mismo dominio, al complicado mundo del cuento psicológico. Aquí el personaje está dentro del libro y fuera del libro, la persona que lee el libro habla consigo mismo desde su otredad. La discusión es álgida, raya muchas veces hasta en los insultos, para al final darse cuenta de que está leyendo su propia historia y que termina al despertarse.

En el mismo orden continúa Cada quien carga su propia cruz, un cuento con una profundidad psicológica también lograda que desnuda la conducta humana y nos enseña que cada quien guarda en su interior un cúmulo de frustraciones y que a diario tiene que enfrentarse a sus propios demonios. Es sabido por las universidades que muchas de las personas que eligen las carreras de psicología, psiquiatría, etc. lo hacen buscando una repuesta científica a sus desequilibrios mentales. Cuando saben el porqué de sus males entonces justifican su inconducta y se hacen expertos en manejos emocionales, porque al diagnosticar a un paciente se están diagnosticando ellos mismos; es decir, hablan por sus propias experiencias. Sucede así con la médico psiquiatra de esta historia, quien al tratar de curar un paciente que presume tener el poder de hipnotizar la gente, termina ella de paciente. El paciente, ahora invertido los papeles, logra hipnotizarla y cuando la hace retroceder a su infancia descubre que desde niña ha sido violada por su padre. El dato oculto, el final sorprendente, dos recursos de todo buen cuentista aparecen en este cuento. Pero lo más destacable es cómo la autora logra meter en un espacio reducido de palabras un drama humano tan complejo.

Luego de estas tres muestras de buenos cuentos, el libro está dividido en tres temas principales: Retorno, Matrimonio feliz y Rituales cotidianos.

Retorno narra siete historias cortas, todas tratadas con la misma maestría de las anteriores. Desde Tres días después, cuento que abre la sección hasta el Último retorno con el que termina, la autora confirma el dominio de la técnica, esta vez navega con la misma sapiencia por el complicado mundo del relato breve.

En Matrimonio feliz Ysabel Florentino se pone los calzados femeninos y se burla de la infidelidad masculinas, si se quiere la satiriza pero siempre ajustada a las exigencias del género.

En Rituales cotidianos, que da título al libro, la autora retrata la cotidianidad del barrio, pero lo hace de manera desnuda porque eso es el barrio: un cosmos abierto donde la miseria no permite la doble moral. El hacinamiento, hacer turno para entrar a un mismo baño, compartir la misma letrina en el fondo del patio, compartir el mismo cuartucho y dormir apilado en la pequeña cama rompe la privacidad individual. Por lo tanto, la vida en el barrio es un libro abierto donde todos conocen las intimidades del otro; por eso, nadie puede aparentar o presumir porque la precariedad compartida lo descubre.

Ysabel Florentino, obediente tal vez a lo que dice Carlos Fuentes de que el mayor mal de la literatura es no decir las cosas como son, describe la realidad del barrio en su propio sociolecto: “O dejársela a un tíguere a los 15, para que le pegue cuatro muchachos y tú sigas manteniéndola” “¿Qué vienen con el pan bajo el brazo? Yo levanto el mío y te aseguro que te mata el grajo”. En el último cuento Quién cuenta o borra mi maldita historia, (Segundo Lugar Certamen Literario Nacional para Talleristas, Ministerio de Cultura, 2008) Ysabel describe con crudeza la historia de una niña que a temprana edad se prostituye por la influencia de su madre: “…yo entré allí, porque siempre que miraba por la rendija de la puerta, me encontraba a mamá pidiéndole a un extraño que le diera más duro, que él era el mejor de todos, la veía encorvada o hincada pidiéndole perdón a ese desconocido…” “Para todos es un logro contar sus hazañas, pero para Marta no, no podía ser un orgullo, porque desde el mismo momento que entró aquí, su vida se cotizó por un plato de arroz, ¿Que dices? ¿Por un plato de arroz? no, estás equivocado, su virginidad se vendió mucho más barata, eso era para las veteranas en el negocio”

En los barrios carenciados se esconde una parte de la realidad de lo que somos como pueblo; sin embargo, un segmento de la élite literaria del país, que escribe y lee con lentes europeos, evade estos temas en sus narraciones. Ysabel Florentino se ha llenado de coraje y lo ha dado a conocer al mundo, pero no lo hace con un lenguaje panfletario ni odio desmedido como resentida social, sino con la calidad literaria que la sitúa como una joven escritora que entra por la puerta grande al difícil arte de escribir cuentos.

Miguel Collado. “El garito”: primer texto de la narrativa breve dominicana, en : Apuntes bibliográficos sobre literatura dominicana. Santo Domingo, Biblioteca Nacional. 1993, págs. 37-40

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