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ENTREVISTA

Otra pérdida: “Como un príncipe en el lejano oriente”

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Redacción L2Santo Domingo, RD

• ¿Cómo te sintes escribiendo una novela? ¿No te “aburrien” esas largas sesiones sentado? ¿No extrañaste la disciplinada sencillez y la hondura de tus relatos?

Ni lo uno ni lo otro: me sentí como pez en el agua, nadando a pata suelta en los insospechados territorios de la lengua.

• ¿Dentro de qué género te encuentras mejor, la novela o el cuento?

Escribo sin camisa, ya lo he dicho: soy un escritor degenerado. La mayoría de los poetas, por una supuesta imputada fabulación que les resulta sospechosa, me excluyen de su gremio. Los narradores, por su parte, no soportan el tufillo poético que emana de mis textos. Y, finalmente, los del catastro, los designados que designan y distinguen con enjundia y gratuidad no encuentran dónde ubicarme, y floto como gas o indefinida pluma entre las generaciones y promociones literarias de la parte oriental de la isla.

• En el orden personal, ¿cómo estás sobreviviendo en Estados Unidos?

Quizás no como un príncipe del lejano oriente. Tengo una camisa limpia, agua fresca y cierta luz del sol para alumbrarme. Escribo, leo y me muevo en un ambiente libre del ninguneo y la falsa adulación a los caciques con sus taparrabos y sus mustias mulas.

• ¿Qué pueden esperar los latinos que viven en Estados Unidos para que sus obras circulen en ese idioma en las grandes editoras, revistas y suplementos de los periódicos?

Lo primero que tienen que hacer es tomar una decisión: pensar y escribir en esa lengua. Por supuesto, antes que las estrategias de mercado y los agentes y los editores, está el talento. No creo que lo vendan en los ninety nine stores.

• ¿Cómo ves nuestra literatura actual, la que se escribe dentro del país?

La veo saludable. Hay voces que, sin gárgaras ni afeites, tienen tono y timbre para sonar en suelos de ultramar. Otras, precisan madurar y, aunque por el momento se hagan galas sobre los registros y la coloratura, subyace cierto desparpajo en el fraseo.

• A tu modo de ver, ¿qué le falta y que le sobra a nuestra Feria Internacional del Libro como entidad promotora del libro y de los autores dominicanos?

No me parece que sea el Estado el principal culpable de que sus más connotados autores gocen de menos reconocimiento que el más rezagado de sus jugadores de béisbol amateur. La Feria Internacional del Libro es una más de las instituciones de un país de hombres y mujeres progresistas que, en su empeño por repartir y consumir hasta lo que no han producido, hace tiempo perdió el respeto por esos seres desadaptados que, sordos y ciegos, optaron por fertilizar el mar y las dunas de Baní.

• ¿Específicamente, cuál es el trabajo de un editor?

Por el camino más corto y fácil podría encontrarle un parecido con el trabajo del joyero: tomar un trozo amorfo de carbón o de metal y convertirlo en luz. Como el diamante, el libro es producto del trabajo y la pericia de un paciente lector; editar no sólo implica la corrección ortográfica y de contenido de un manuscrito, va más allá. Coordina, unifica, diseña y le da forma al producto final que hace apetecible el libro ante los ojos del lector.

• ¿Para qué sirve la literatura?

Servir, como la mejorana, no creo que sirva de remedio; mucho menos de alimento. Eso sí, cada quien encuentra en ella su placebo o su puñal. Es asigún, como diría el filósofo Pancita Cuero Duro con su universo sobre la cabeza bajando Portezuelo a pie.

CLAVES

Su pasión por los libros

La descubrí hurgando en los anaqueles del cuarto de Manuel donde alucinado tropecé con algunas “Selecciones del Reader’s Digest” y con aquel libro que, aunque nunca leí, jamás logré olvidar su título “El Volga nace en Europa”. Al parecer, ya Dolores y mis hermanas habían hecho el milagro de enseñarme a descifrar algunos códigos de la lengua y a balbucear, un poco.

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