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Entrevista

El José Ángel Buesa que yo conocí

Muchos quisieron tener el privilegio de conocerle. Escucharle recitar uno de sus hermosos y románticos poemas, era el deseo de los amantes de los versos. Sin embargo, conocerle en otra faceta de su vida, es un honor que pocos ostentan.

Durante su estadía en nuestro país, trabajó en la editora de la Universidad Pedro Henríquez Ureña (UNPHU). Allí entre paredes llenas de libros y un personal dedicado a lo suyo, don Francisco Tavares conoció al poeta cubano José Ángel Buesa.

“Él escribía mucho, pero mucho”, sostiene don Franc, quien asegura que el trato de Buesa tenía hacia los demás siempre fue afable y sin distinción.

Ya bien por su personalidad o por su nacionalidad cubana, don Franc recuerda que el poeta era ligero soltando palabras inadecuadas, sin embargo nunca fueron con intensiones ofensivas.

Como encargado de publicaciones de la UNPHU en 1978, hizo negociaciones para comprar unas maquinas para la editora, a lo que su superior no le gusto la propuesta por lo obsoleto de las aquellas maquinarias según su criterio.

Luego de una larga y polémica discusión, las maquinas fueron compradas y como expresa don Franc, “al final quien gano fue Buesa. Y la inversión en esos aparatos dio el resultado que se esperaba, pues había una impresora que imprimía 16 páginas tamaño media carta. Entonces cada vez que se tiraban una hoja, se rendía”.

Además de esta impresora, otra de las máquinas que adquirió el escritor fue una dobladora, y una quemadora de plancha, las cuales permitieron agilizar el trabajo mucho mejor que antes.

A su llegada, fue Buesa quien le dio forma de libros a las publicaciones universitarias. Como no existía un criterio sobre el tamaño y el grosor de las ediciones, de él fue la idea de crear formatos especiales, de carácter estándar, para los textos y boletines propios de ese centro docente.

Su primera impresión

Buesa llegó a la UNPHU con recomendación del doctor Mariano Lebrón Saviñón, un gran amigo, “ellos siempre estaban en tertulias y chercha”, indica don Franc.

A pesar de ser un gran poeta y para ese tiempo ya muchos conocían sus versos, el día que Buesa llegó a la editora, para don Franc era un empleado más que entraba, pues la sencillez era como una prenda de vestir que siempre portaba.

Una noticia letal

Era un fumador asiduo, quizás esto le costó irse de este mundo a destiempo, ya que un cáncer pulmonar le invadió y acabó con su vida rápidamente.

“Él tosía mucho, pero no quería ir al médico y Lebrón Saviñón, su gran amigo, lo atacó para que fuera, siendo así como se enteró de la mortal enfermedad que portaba. Esto acabó con carisma”, indica don Franc.

La depresión lo invadió y, aunque ciertamente tenía una enfermedad terminal, sus compañeros entienden que la depresión en la que se vio sumergido fue quizás el detonador para que muriera más rápido.

Luego de aquella noticia, don Franc nos dice que pasó todo un mes en el que Buesa solo iba a poner su cuerpo sobre la silla de su escritorio y recostar la cabeza en la mesa. “De esta manera se la pasaron los días y luego de un mes, murió”.

Era costumbre que el tomara tiempo para darle un grato saludo a todo el personal que se encontraba allí, o que diera un leve golpe por la cabeza, o quizás una palabra descompuesta que saliera entre risas, fueron de las principales cualidades que sus compañeros extrañaron luego de su deceso.

Parte de su obra

Don Franc expresa que Buesa fue siempre muy trabajador. Escribir era su pasión, aunque en los últimos días de su vida no lo hizo arduamente, él fue el encargado de corregir y editar las obras completas de Pedro Henríquez Ureña, así como “Vida y obra de Pedro Henríquez Ureña”, entre otros.

Tenía un corazón desprendido y abnegado. “Recuerdo un trabajo grande que se hizo allá y a él le dieron un reconocimiento en efectivo por su empeño. El tomó el dinero y lo repartió entre todos nosotros”.

El era un bohemio, pero por la situación propia de la edad y la economía, ese gusto quedo guardado en las maletas. Disfrutaba mostrarle a sus compañeros las fotografías de los lugares que anteriormente había tenido la oportunidad de visitar. Esto era una forma de mantener su espíritu aventurero.

El escribía mucho, mucho. Yo lo conoci como poeta de amor, por las poesías que declamaba.

Su trato con las demás personas era normal

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