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Revelaciones

La riqueza creativa

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Manuel Mora SerranoSanto Domingo

Nos preocupaba saber cómo se escribía y pensaba en provincias durante los años de 1941 a 1944, en la etapa pre y post las revistas Poesía Sorprendida y Cuadernos Dominicanos de Cultura de finales del 1943; en las localidades mismas, no en versos, sino en prosa; ya en los llamados poemas en prosa, o en artículos periodísticos. La que quizás fuese la más importante, se debió a la decisión de un periodista sureño: Ángel María Peña Castillo, que quiso quedarse en su ciudad natal y desde allí proyectarse a todo el territorio nacional, y más allá (hay colaboraciones de diversos países, especialmente de Cuba, Argentina, Colombia, Venezuela, Uruguay, México, Puerto Rico, y Haití).

Tenemos un muestrario que hemos hecho de una selección de 21 artefactos que he llamado “prosemas”, “prosas con sentido”, en la cual, naturalmente, el Sur arrasa con 13; el Cibao con 4; el Este con dos y la Línea Noroeste con 1. En cuanto a sexo, es curioso, hay 7 del femenino: Hilma Contreras de San Francisco de Macorís, con 2; Luz Grecia Sosa Leyba, de Neyba, con 2; Victoria Jimenes Rivera de Monte Cristi, Quetica Quiñones S., de Barahona y Perla Jiménez, de Jarabacoa, con uno.

Esas no son las únicas mujeres, hay muchas más; son de los ejemplos mejores que hemos tomado.

En cuanto a los sureños, son: Héctor Incháustegui Cabral, de Baní; una ‘Fantasía tropical’ dedicada a Baní por Manuel de Jesús Lovelace; Desde Neyba, Ángel Atila Hernández Acosta y Armando Sosa Leyba, con dos y Norvo A. Pérez con uno; de Azua, Enrique Striddels y Antonio Bucarelly Méndez, con uno; de San José de Ocoa José Francisco Subero y de San Cristóbal, Federico A. Gómez; Clodomiro Santana A., de Ingenio Las Pajas, y Emilio A. Morel, del Seybo, con uno.

Nos parece que las tres regiones principales del país están bien representadas: Con Héctor Incháustegui Cabral no podía el Sur estar mejor; con Hilma Contreras, el Cibao, tampoco, y ni hablar del Este con Emilio A. Morel.

Iniciaremos con don Héctor, como es lógico.

Su prosa aparece con el título de “Aguafuerte” y se publica en el No. 2 de febrero de 1941. Es decir, en el estreno mismo, como quien dice, de la Revista, que surge en enero de ese año.

No se sabe si es un cuento que quiso ser poema o un poema que quiso ser cuento. Narra el encuentro de un hombre y una mujer, pero describe el paisaje, que es lo que nos interesa. Ya en él se siente la fuerza poética que en sus primeros versos dedicó a su pueblo y a su geografía lírica.

He aquí el texto completo, por breve, por suculento y por ser de quién es; en lo demás solo habrá fragmentos.

“Aguafuerte

Mujer. Pasividad. Negación que llama. NO sin fuerza para hacer cejar.

Hombre. Ímpetu. Afirmación que obliga. SÍ que traza una parábola, del decir al hacer.

Hagamos paisaje. Bayahondas vestidas de nuevo se han puesto su traje brillante de los días de lluvia. Las sahonas están cubiertas de flores y las abejas al volar hacen correr por las venas del campo una corriente de sonido nuevo, que hace sensible el oído muerto; el oído de la barranca que calca el murmullo.

Río que corre. Piedras que lavaron sus caras con las primeras aguas de mayo. Piedras blancas que se empolvaron con polvo de luna que es el polvo de arroz de los cielos.

Mujer desnuda que ofrenda al campo la paz de sus líneas y la gracia del movimiento. Mujer que es un lirio que el sol tostó un poco, dando a sus carnes un tinte canela. De rodilla en las piedras desnudas de la orilla, parece una oración de carne a un Dios que debe tener nervios y buenos ojos.

De entre el monte –De entre el monte siempre vendrá el fauno– sale un hombre. El sol que va cayéndose cuela un rayo de luz por entre las ramas de las bayahondas, y en el pelo ensortijado del hombre hace un serio malabar.

Ojos abiertos. La pupila está ahora en medio de un círculo blanco. El labio se seca. El pecho se expande. Y el bosque se traga el rugido de un hombre que es fiera.

La mujer vuelve la cabeza. Entreabierta la boca y grita…

El hombre salta. A su encuentro salen las zarzas. Y él les deja limosna de trozos del pantalón azul.

Ella cubre el rostro con las manos que quieren ahondarse en la cara. Penetrar por las órbitas para arrancar los ojos que no deben ver.

NO. La palabra anda por el campo como una culebra negra de aspecto fiero. Quien la conoce sabe que no es dañina.

El sol ha caído. Un lucero. Mucha penumbra a la orilla del río que pasa cantando la copla campesina:

‘No tú me dijiste, / porque estaba tu mamá…/ Ay! cuantos besos me diste / después que me dijiste / que tú no me dabas ná.’

Y el canto lleva ahora, en sus notas enredadas un sabor de besos apretados y largos…”

Así iniciamos ese viaje hacia el interior. Saltaremos al Cibao luego, para encontrarnos con Hilma Contreras en La Vega y en San Francisco de Macorís.

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