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Crítica

Una buena novela de Franklin Gutierrez

Esta historia nos la cuenta Armando Guerra en un singular ejercicio de autodiégesis. Un sujeto que llegó a este mundo sin la absoluta pretensión de ser nada extraordinario. Desde su nombre, fruto de la incapacidad de su padre Viterbo para leer el nombre y el apellido de su hijo en una misma sentencia oracional. Hasta el otoño de su vida marcado por una extraña desolación acompañada de una rara angustia.

Esta es una de esas novelas que admite más un acercamiento. Aloja al meticuloso que se detiene en la onomástica y busca relacionar el nombre de los personajes con su función en la historia. Por lo que le llamará la atención el nombre de Dulce Soledad y su indiferencia ante la posibilidad de que le voltearan el nombre a Soledad Dulce, además de su resistencia a que la enjaularan en una realidad ajena a sus pretensiones. Ni nombre y la intervención de este personaje en la historia no soporta persistencia, ni estabilidad, ya que ninguna vida sensible en el planeta aguanta la soledad dulce. Esta ha de estar destinada a la brevedad de sus apariciones intermitentes, contrapuesta al bálsamo de amor y bondad al que remite el nombre de Floralba, destello y suavidad en la vida de Armando.

Otro acercamiento que puede hacerse a este rostro sombrío es el de la lectura de los dos Nueva York; el histórico museográfico y el de los latinos del presente condenado a la inmediatez. El primero detalla las hazañas de George Washington el diario que tenía la doña Epi, apócope de Epifania Nieto, una aparición que le dio a Armando la luz para crearle y a la vez saciarle la curiosidad de sacarle el jugo a los héroes; y el segundo, retrata las vivencias de personajes que llegaron a él con una historia de vida que terminará de contarse en el aquí y el ahora.

La narración de esta ciudad que alberga a los inmigrantes y a los blancos de grandes hazañas, tiene en su haber episodios protagonizados por personajes históricos como Rosa Parks, quien desde lo cotidiano enfrentó la violencia simbólica en la que se sostenía ideológicamente el establishment que los oprimía.

Esta novela está marcada por la presencia de la muerte y el manejo de los detalles postmortem, vinculados estos al Franklin ensayista de Las Tumbas de los Trujillo y al de Héroes varones y tumbas. “El cadáver de Granmadre tenía los brazos tendidos sobre el abdomen, los párpados a medio cerrar y el tono verduzco propio de un cuerpo fallecido. La tanatología denomina estado post mortem esa primera etapa de descomposición” p. 123. La muerte está presente también en personajes como Viterbo quien se sortea sin miramientos entre la eficiencia de su trabajo como acomodador de muertos y preparador de funerales, el negocio de las llamadas telefónicas y el contrabando de “eso” en mochilas.

La presencia del autor en el texto es una arista analítica que puede evaluarse en esta novela. No solo al ensayista e investigador, sino al maestro dedicado que se detiene a describir, a explicar a ejemplificar. Así como lo hace al inicio de la novela cuando nos pone a todos al corriente sobre lo que es la cabuya, las tradiciones culinarias dominicanas a partir de la ubicación geográfica. Ese gesto generoso que tienen los buenos maestros.

En términos de factura narrativa, la trama de esta novela recae sobre Armando Guerra quien, guiado de Granmadre en dos tercios de la historia, se la pasan desentrañándole las mentiras al sistema. Desde la brutalidad policial, cuando se trata de escarmentar a latinos como Viterbo a quien casi asesinan en una situación perfectamente controlada, hasta su ineptitud a la hora de resolver casos como el ajusticiamiento de Baby Hope Angélica Castillo de origen mexicano, la niña a que un tío asesinó y a la que tuvieron refrigerada dos años hasta que apareciera el culpable. El narrador critica también el sistema de embaucamiento del ARMY para reclutar y su otra cara, la sombría, cuando se trata de responder con pensiones dignas a los veteranos de guerra.

La personalidad y la identidad de Armando es vital para comprender esta narración. La relación que tenía sus antepasados, la repulsión de su organismo a la comida gringa que casi le pudre un lado importante del estómago, se le alojó como un tumor nauseabundo que hubo que extirpárselo quirúrgicamente. Esa rara dominicanidad que marca principalmente en su infancia y en su adultez donde se sorprende a sí mismo deseando el descanso eterno al lado de su amigo Bernardo Marmolejos en el Parque del Prado. La vida de Armando transcurre entre historias de lationamericanos que buscaron en la emigración la respuesta a sus sueños de progreso y bienestar y su triunfo dentro del sistema gringo. Un triunfo que no ve concretado hasta que muere la mujer más importante de su vida, pero que ve todos los días en el rostro de Floralba, su mujer, y sus dos hijos.

Esta es una novela que, aunque atada a la línea narrativa de Armando, está hecha de los retazos de vida de sus personajes. Unos raros como Claudio, quien se ata a Esmeralda (abuela del protagonista) en la creación de su propia terapia patentada. La primera, la creadora de la libidorapia. Y el segundo, de la rumpología (el arte de leer el futuro a través del toque de las nalgas femeninas) y la ñapa (de existir un diccionario de rumpología la ñapa sería el happy ending p. 182). Y casi como aparece en “Cien años de soledad” la enfermedad del sueño, así aparece el uñerotismo consistente en obtener placer del frote de las uñas con la esponja de fregar. Esta mezcla de lo real objetivo con lo real mágico nutre la historia de episodios de humor inesperados.

El tiempo como ficción es una realidad que se muestra en esta novela al iniciar con la historia de un niño que viene a existir como personaje en la página 24 y persona en 1967 al igual que Yelidá un día cualquiera. Y termina como personaje en la página 247 y como persona en 2022.

Dos entidades marcan una presencia narrativa en la novela a pesar de su forma física. El formulario, como una entidad autónoma que se erige sobre los personajes con tal vitalidad que los aplasta e influye en sus vidas. Y el diario de Doña Epi que, además de ser una garantía de su memoria, contiene la voz del Nueva York de los blancos, de sus héroes fallecidos, de las viejas glorias.

Entre humor, amor, tragedias, se cuenta esta historia hecha de muchas las historias de inmigrantes latinoamericanos que hacen de Nueva York el espacio narrativo que contiene sus derrotas y endebles triunfos. Hilvanada por el hijo de esta diversidad, el que personifica el sueño americano y ahora que se da cuenta del material del que está hecho (mentira sistemática, crueldad y opresión). Cada capítulo está contado a partir de una frase que sintetiza y explica filosóficamente su contenido. Así el final de cada uno es una ascensión poética repleta de ternura.

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