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Reflexión

Una mujer camina en la oscuridad

Una noche de domingo, a oscuras porque ni las estrellas ni la luna quieren alumbrarla con su luz, camino por un sendero desconocido. El viento que sopla alborota todavía más mi cabello rizado por el agua salada de la playa. Sigo la calle inclinada con el susto de que puedan aparecer los seres nocturnos que según las leyendas asaltan a los transeúntes que invaden sus tierras.

Miro a todos lados inspeccionando cada rincón al que mi vista puede tener acceso. Me espanto de vez en cuando con las figuras imaginarias que se presentan frente a mí y con aquellas que rondan por el lugar. Seres extraños, con aspecto desenfadado, flotan cual alma en pena que trata de encontrar su destino final.

De repente, asalta mi tranquilidad el sonido de unos árboles que se balacean con la brisa al lado izquierdo de la calle. Doy un salto inconsciente por el susto que me acaba de provocar. Aterrada de lo que pueda estar ocurriendo por ese bosque que está tan cerca de mí, empiezo a acelerar el paso hasta darme cuenta que estoy trotando, ahora casi corriendo a toda velocidad.

Mientras corro, escucho el ruido de unos insectos y pájaros que en su idioma traman un plan para acabar con mi existencia. Imagino que pueden ser aves, ratones, grillos, búhos o cualquier tipo de alimañas que se placen con iniciar su vida cuando se acerca la noche.

En medio de esta selva es posible que descansen unas víboras deseosas de encontrar a quien clavarle sus filosos dientes para impregnarle su veneno, y así aniquilarlo en cuestión de segundos. De pensar en esto mi corazón, que late a toda prisa, parece querer salir de mi pecho. Con tanta tensión, imagino en la cima de uno de esos árboles a una Anaconda observando mis movimientos minuciosamente para cerciorarse de escoger el momento perfecto para atacarme. Respiro profundo, tratando de calmar mi ser agitado. Desacelero la huida, descanso mis manos sobre mis rodillas para tratar de retomar el impulso inicial que tenía. El aliento va cediendo poco a poco, ya que lo había perdido casi por completo.

Todavía espantada y al acecho, decido ser fuerte con mis pensamientos. Desecho esos sentimientos de miedo porque ¿a quién debería temerle más a un vivo anónimo que salga de entre las ramas o a un alma que vaga en busca de sus huellas en medio de esta oscuridad?

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