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Cine

Si tres van mal, cuatro será peor

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Ángel Alonso DolzEspecial para Listín Diario

El cineasta neoyorkino Woody Allen siempre ha sido y es un hacedor de sorpresas; los asiduos "lectores" de sus películas le conocen, tienen paciencia suficiente para permitir que la trama les atrape; apuestan al seguro, mientras los neófitos de su estilo cinematográfico abandonan la sala oscura a pocos minutos de comenzar la exhibición.

Los osados, los curiosos y aquellos que prefieren aburrirse antes de perder el dinero del boleto de entrada, permanecen en su asiento estóicos, esperando hasta el final y si eso sucede -puede apostarse- a partir de entonces estarán atentos al estreno de la próxima cinta de este director.

Y no es magia negra ni prestidigitación lo que conmueve a los fans del cine de Woody Allen, sino ese talento poco común que es capaz de transformar texto, imagen y sonido, hasta sublimarse en una obra de arte; sus películas no pasan inadvertidas, la crítica internacional al igual que muchos cinéfilos opinan a favor o en contra, pero siempre las tienen en cuenta porque son diferentes al resto de lo que abunda; es un cine transmisor de ideas y conceptos, con dosis de comedia y sin dudas, reminiscencias chaplinianas al desarrollar el melodrama como reflejo de la vida real.

Actualmente está inmerso en el proyecto de una película para la cual busca locaciones en el norte de España, en tanto su último filme terminado, "A Rainy Day in New York", realizado en 2019, no ha sido exhibido. Y entre teclear guiones, supervisar ambientaciones, diseñar en parte sus bandas sonoras, dirigir y editar, recrea sonidos con su saxofón al frente de su propia agrupación musical.

Lo último que ha presentado, hace ahora un par de años, es "Wonder Wheel" (El carrusel de Coney Island), una cinta que intenta expresar conflictos íntimos de sus personajes, la relación en una pareja donde él, Humpty (Jim Belushi), lucha para no volver al alcohol, en tanto Ginny su mujer (Kate Winslet) sufre porque aspiró a ser actriz, terminó de camarera y no deja de soñar con el padre de su hijo al que amó en un pasado y desapareció; una trama que se desarrolla en los años ´50, en lo que fuera el parque de diversiones más conocido de los Estados Unidos de entonces, el Coney Island.

Entre ambos cónyuges pesa más el apoyo mutuo que el interés por alcanzar un equilibrio amoroso; él la adora, pero ella busca una compensación a sus necesidades sexuales en Mickey (Justin Timberlake) un salvavidas de playa, hasta que surge un obstáculo inesperado al aparecer Carolina (Juno Temple) la hija del marido, con quien éste rompiera relaciones años atrás al vincularse la chica con un mafioso.

Woody Allen sabe conducir la historia paso a paso, sin premura nos permite adentrarnos en la psiquis de cada personaje, conocer sus interioridades, su pasado y un presente que no deja muchas opciones al futuro; la pareja convive con el hijo casi adolescente de la mujer, al que el director aporta la característica de ser un pirómano, algo que puede interpretarse como una actitud de rechazo hacia el mundo de estrecheces donde vive, inmerso en los conflictos y altibajos de los adultos.

Del triángulo sentimental la historia transita, porque existe el peligro de que la presencia de la atractiva Carolina constituya una nueva geometría entre ella, el salvavidas y la camarera; como también que desplace a esta última, con el consecuente trauma psíquico para ella. Woody Allen toma su decisión y define en el guión un desenlace demoledor, en el cual la crisis emocional de todos y cada uno de los personajes les conduce a sentirse cada vez más frustrados, incluso culpables de cuanto les viene sucediendo.

No se puede dejar a un lado en "Wonder Wheel" la maestría de un director de fotografía como Vittorio Storaro, quien tiene en su haber tres Oscar y sabe ir desde la magnificencia en imágenes de cintas como "El último emperador", de Bernardo Bertolucci (1987) hasta la sencillez y modestia del contexto en este filme.

Con esta película se cierra una cifra de 47 filmes, en el historial de un Woody Allen avalado con cuatro premios Oscar, y puede reconocerse que en su trayectoria ha ido transformando el carácter de las mujeres que protagonizan sus películas, factor que puede resumirse en el tránsito desde las cualidades oníricas hasta -en esta ocasión- la de acritud y cierto matiz de crueldad.

Como sucede en otras manifestaciones artísticas, dentro de ellas algunos géneros son más aplaudidos por unas personas que por otras y en el caso del Séptimo Arte, donde el melodrama siempre ha gozado del favor popular, no es muy fácil acercarse, comprender e interpretar lo psicológico que aporta este señor de baja estatura, escaso cabello, gruesas gafas y un intelecto enorme que se llama Woody Allen.

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