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MÚSICA

Alberto Cortez cortezías y cabralidades

Facundo Cabral y él pervivirán como modelos de poetas y músicos. ARCHIVO/LD

Facundo Cabral y él pervivirán como modelos de poetas y músicos. ARCHIVO/LD

Fue mi cantautor favorito. Todos sus temas se incluyeron en mi desafinado repertorio. Más de sesenta años pasé elogiando su voz intensa y apasionada, la sabiduría de sus letras y su personalidad gauchesca.

Su dueto con Facundo Cabral dio origen a dos discos inolvidables que quedarán sembrados por siempre en los anales de la cultura del siglo XX. Titulados “Lo Cortez no quita lo Cabral” y “Cortezías y Cabralidades”, y que estremecieron al mundo.

Sobre esta unión, el recientemente desaparecido Alberto Cortez escribió lo siguiente: “Un día nos juntaron para sugerirnos que hiciéramos algo en común y nos inventamos un espectáculo que se llamaba Lo Cortez no quita lo Cabral. Tuvimos un gran éxito y caminamos juntos durante cuatro años actuando por los teatros más importantes de Latinoamérica”.

“Posteriormente hicimos una segunda parte llamada Cortezías y Cabralidades. El espectáculo despertó tanto interés que hicimos mucho más de lo que se esperaba. Después de cuatro años de caminar juntos decidimos separar nuestros caminos. Él siguió cantando porque quería triunfar en Argentina, pero ahí siempre le iba mal”.

Conocí a Alberto Cortez en la oficina de Nicolás Guillén, en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Allí el Poeta Nacional le autografió los dos tomos de sus “Obras Completas”. Cortez las apretó contra su pecho y con mucha humildad le dio las gracias al maestro.

Volví a verlo en uno de sus conciertos en Santo Domingo. No se acordaba de mí, pero sí del encuentro con el autor de “Motivos de son”. Cortez me miró de frente y en son de broma me resumió el encuentro con una frase que disminuyó mi consideración hacia su persona: “Sí, me acuerdo del Negro Bembón”. A partir de ese día , su música comenzó a gustarme menos. Pero bajo la ducha de mi casa, continuaba interpretando sus canciones, pero ahora con mucho más sentido de la desafinación.

Ya lo dijo Pessoa: “El poeta es un fingidor”.

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