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Séptimo Arte

El hombre del Klan

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Ángel Alonso DolzEspecial para Listín Diario

Si “Infiltrado en el KKK” fuera una obra cinematográfica de un realizador blanco, sus méritos serían inconmensurables, pero es un afronorteamericano, alguien perteneciente a una raza por siglos sometida a la fuerza quien la lleva al cine y, por supuesto, subyace el terrible sentimiento del odio en la psiquis del director.

Tras el paso de puntillas por las carteleras sin llamar la atención, “Nola Darling” (1986), el primer largometraje del cineasta estadounidense Spike Lee, parecía improbable que el futuro le reservara éxito alguno; sin embargo, en 1989 sorprendía a los espectadores con su filme “Do the Right Thing”, gracias al cual logró situarse en el podio de la fama con dos nominaciones al Oscar por mejor actor de reparto (Danny Aiello) y por guión original (del propio realizador), sin olvidar otros reconocimientos entre ellos una nominación a la Palma de Oro del Festival de Cannes.

El tema central de “Do the Right Thing” (Haz lo correcto) reafirmó la esencia del cine de Spike Lee al reflejar en el contexto de un barrio neoyorkino donde conviven italianos, afronorteamericanos, hispanos y asiáticos, los conflictos por diferencias raciales entre sus habitantes; en tal ambiente plagado de prejuicios, no era inusual que en la trama se produjera una tragedia para provocar la reflexión en los espectadores.

Ahora nos llega “Infiltrado en el Ku Klux Klan” (Blackkklansman) (2018); Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes.

Corren los caóticos años ´70, se agudiza la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos y en la ciudad de Colorado Spring un afronorteamericano se estrena como el primer policía de tez oscura en un ambiente de blancos. Tratándose de Spike Lee, no sería de extrañar que el argumento de ficción tuviera tal punto de partida; sin embargo, ese episodio se inspiró en la vida real.

En 1978 Ron Stallworth -nombre verdadero y que identifica al protagonista del filme- logra ser aceptado en el Cuerpo de Policía de su ciudad; el racismo le golpea una y otra vez en su nuevo medio, mientras él se reafirma como individuo y llega a convencer a sus superiores de que tiene inteligencia para penetrar una de las organizaciones secretas más racistas de la historia americana, el Ku-Klux_Klan.

Su estrategia se basa en actuar en las sombras como el cerebro de la operación, para no despertar sospechas por el color de su piel; en tanto uno de sus colegas -blanco por supuesto- se mueve dentro de la tenebrosa cofradía suprematista.

El desempeño actoral de John David Washington (hijo de Denzel Washington) y Adam Driver no tiene desperdicio, el guión es impecable, los ambientes están muy logrados y la música nos hace asimilar desde la pantalla esos tiempos pasados; por momentos la cinta despierta hilaridad, pero hay algo que pesa mucho más que los factores de la puesta en pantalla o el nivel de la realización y es una sensación de rabia -a veces no muy constreñida- que permanece latente a lo largo de los 128 minutos que dura el filme.

Spike Lee ha desarrollado una carrera en el cine comprometido hasta la médula con sus idearios sociales y políticos; combatir prejuicios raciales, rebelarse contra las injusticias, gritarnos que la sociedad -no solo en los Estados Unidos- lleva demasiado tiempo enferma, ha sido su bandera.

En España se ha definido como partidario de la independencia de Cataluña, sin dejar de mencionar su inclinación hacia la emancipación de Puerto Rico. En una reciente entrevista con el periodista Javier Zurro, del diario El Español, el realizador afirmó:

“El padre del cine decían que era Griffith... El padre racista del cine, deberían decir mejor.”

Y es precisamente en el racismo donde radica la esencia del pensamiento de Spike Lee, para quien ese tema tiene un solo punto de vista: el de las etnias subestimadas por otra que se siente superior y con todo el derecho a dominar.

Si “Infiltrado en el KKK” fuera una obra cinematográfica de un realizador blanco, sus méritos serían inconmensurables, pero es un afronorteamericano, alguien perteneciente a una raza por siglos sometida a la fuerza quien la lleva al cine y, por supuesto, subyace el terrible sentimiento del odio en la psiquis del director.

En un artículo de 1893 que lleva por título “Mi Raza”, el prócer cubano José Martí reflexionaba:

“Esa de racista está siendo una palabra confusa y hay que ponerla en claro. El hombre no tiene ningún derecho especial porque pertenezca a una raza o a otra: dígase hombre, y ya se dicen todos los derechos. El negro, por negro, no es inferior ni superior a ningún otro hombre; peca por redundante el blanco que dice: "Mi raza"; peca por redundante el negro que dice: "Mi raza". Todo lo que divide a los hombres, todo lo que especifica, aparta o acorrala es un pecado contra la humanidad.”

Y sin dudas, a Spike Lee le motiva más asestar el golpe que convencer para alcanzar un equilibrio, de ahí que intente combatir al racismo con racismo. A través de la historia, en cualquier país y época, no han sido pocos los blancos que han defendido los derechos de otras etnias.

En “Nacimiento de una Nación” (1915) -de David W. Griffith- predomina el afán de dominación del blanco sobre el negro, tal como sucede en “Lo que el viento se llevó” (1939) de Victor Fleming, por ello en “Infiltrado en el Ku Klux Klan” la escena introductoria es de este filme y no por gusto.

Ya desde esos planos iniciales Lee nos está advirtiendo por dónde va la esencia del argumento y que su intención es denunciar la opresión que ejercen los blancos, muy evidente más tarde cuando a la actriz Hattie McDaniel (personaje de Mammy en “Lo que el viento...”) se le obliga a sentarse en una mesa apartada durante la cena previa al acto de entrega de los Oscar de 1940, donde fue una de las premiadas; por cierto, era la primera mujer negra en ganar el premio de la Academia de Hollywood.

En cuanto a la política, Spike Lee no iba a olvidar ni por un momento la presencia de Donald Trump en la Casa Blanca, su modo de ver la realidad de su país no le permitiría desaprovechar este aspecto; así vemos en el filme a personajes del Klan utilizando frases repetidas por el Presidente de los Estados Unidos como “America First” y otras que -valga la salvedad- las utiliza Trump pero no son suyas ni de esta época; no obstante, en el reflejo que la película ofrece del panorama del país en los años ´70 y por alusiones a los tiempos presentes, está muy claro que prosigue la marginación entre unos y otros sin que se asuma que blancos, negros, asiáticos, latinos… todos somos seres humanos y las exclusiones solo benefician a ciertas minorías dominantes por aquella antigua máxima latina que dice: “Divide y vencerás”.

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