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Cine

La magia del séptimo arte

El cine es también magia y esa cualidad parte del elemento básico del filme: el "plano".

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Ángel Alonso DolzGijón, Asturias

Especial para Listín Diario

El cine es también magia y esa cualidad parte del elemento básico del filme: el "plano".

La olla donde los brujos del cine preparan ese brebaje que es la película, contiene un condimento precioso que es la edición, cuyo objetivo es hacer interactuar las imágenes con los efectos de sonido y la música, pero tiene a su vez un valor agregado -y mágico- que es el poder de hacer prestidigitación y jugar con el tiempo.

Si partimos de que el plano es un elemento fundamental de una película, este cobra sentido casi siempre cuando se encadena con otros  mediante el montaje para convertirse en "secuencia", aunque en determinados casos se pueda lograr un plano extenso y con diversos enfoques, que alcance el mismo objetivo, pero no es lo común.

Es en la edición donde se genera el sentido de la obra cinematográfica pero también donde se produce la manipulación del tiempo, y puede decirse que esta cualidad es uno de los recursos más explotados para profundizar en las diferencias entre el Cine y el Teatro.

Hay muchas películas paradigmáticas en cuanto a jugar con el uso del tiempo y una memorable es "Érase una vez en América" (1984), del director Sergio Leone.

Mucho se puede comentar sobre los diversos valores de esta cinta -dramaturgia, actuaciones, puesta en escena, fotografía, música...- pero sin excluir que abundan escenas para ilustrar el uso del montaje como parte del lenguaje cinematográfico; hay una que vale por sí misma y es aquella donde Robert de Niro en su personaje de Noodles -ya adulto en los años ´60- se asoma a un agujero y es como si traspasara la frontera del tiempo para recobrar los ojos de su niñez allá por 1922. cuando observaba a través de un hueco a la niña que le había robado el corazón.

Esa escena viene a ser un viaje del protagonista en el tiempo, relatado a partir de la edición para revelar las sensaciones de una mirada nostálgica hacia un pasado, de amor y dolor, que le marcó para el resto de sus días.

Y si valoramos cómo la edición ha sido magia transformadora del tiempo en escenas de muchas películas, es menester tener en cuenta que fue el realizador Stanley Kubrick quien nos hizo ver en su filme "2001 Una odisea del espacio" (1968) que un simple hueso lanzado al aire por un hombre prehistórico podría transformarse -por obra y gracia de un corte en la edición- en una nave intergaláctica, ofreciéndonos así su visión acerca del desarrollo evolutivo de los seres humanos.

Al editar se puede transitar de un tiempo a otro, pero también desarrollar dos acciones distintas en dos espacios diferentes que tienen lugar a la vez; para esto se presta "El Padrino", de Francis Ford Coppola, un filme de 1972 que al parecer no dejó indiferente a nadie en aquella época.

En una de sus escenas, a la misma hora pero en diferentes lugares, es bautizado el más pequeño de los nietos del padrino y son masacrados unos mafiosos de otra familia rival; dos acciones que se vinculan por medio de un montaje paralelo. Ya aquí no se va de una época a otra, sino que se evidencian sucesos simultáneos: El tiempo juega en paralelo y no se altera, pero el espacio sí.

Una cinta que nunca deja de salir a la palestra es "Psicosis" (1960) de Alfred Hitchcok, un filme de terror y violencia capaz de cobrar valores supremos en su edición, por la sucesión y el uso del tiempo en su abundancia de planos.

La escena del baño se convirtió en todo un clásico del montaje cinematográfico; las imágenes son pausadas, los planos son largos mientras la víctima entra en la ducha - un efecto de suspense reafirmado por la banda sonora-  pero de pronto, aquella laxitud se vuelve frenesí cuando decenas de planos cortos se suceden uno tras otro mientras el asesino ataca.

Hitchcock logra en la secuencia de la ducha un contrapunto entre la mirada de la protagonista y el desagüe de la bañera, transmite la furia del individuo mientras asesta los golpes con su arma y el alucinante pavor que se apropia de la joven, hasta alcanzar un clímax cuyo objetivo es aterrorizar al espectador todo ello mediante 70 planos encadenados en apenas un minuto de proyección.

Y por su importancia no puede dejarse a un lado el concepto del plano-secuencia; un verdadero mago del cine en este aspecto fue Orson Welles.

Una de sus obras más relevantes en cuanto a los aportes que hizo a la edición es "Sed de Mal" (Touch of Evil), producida en 1958, en la cual se experimenta al variar los puntos de vista de la cámara en una misma secuencia; en esta cinta el realizador utiliza un solo plano -la cámara filma y no hay cortes- que dura en pantalla algo más de tres minutos, con lo cual define que una sola toma, por larga que sea, tiene la posibilidad de tener una estructura propia y cumplir con el objetivo de darle sentido a una escena.

Lo común es hacer tomas diferentes que durante el proceso de montaje revelarán su sentido, de ese modo -que es habitual- unos planos captan el ambiente del lugar, otros destacarán las actuaciones y pueden incluirse aquellos que inciden sobre un aspecto determinado como pudiera ser una mano, unos labios, incluso un objeto; pero Welles ha situado la cámara sobre una grúa y a través de sus movimientos, permite que varíen los encuadres de tal modo que puedan rodarse desde planos generales hasta planos cortos, sin afectar el contenido de la escena, pero además, sin alterar ni un ápice el aspecto del tiempo, que en este caso se corresponde con el real.

Y si bien Orson Welles utilizó como otros tantos realizadores el montaje para manipular el tiempo real, sería injusto no reseñar que fue a la vez un pionero en ese otro aspecto que es el plano-secuencia,  aporte a las técnicas de edición que tantos otros adoptaron, quizás a veces con menos éxito.

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