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Literatura

Cómo leer una novela

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Giovanni Di PietroSanto Domingo

Me fijo en los protagonistas, lo que hacen y lo que dicen. Me pregunto por qué lo hacen y por qué lo dicen. Después, voy mirando si ellos tienen alguna dimensión simbólica o metafórica; o sea, si representan alguna idea, un concepto, un ideal.

Si es así, tengo la clave al sentido de la novela, pues el texto estaría dramatizando esas cosas a través de sus actuaciones. La próxima fase es preguntarme cuál es la relación entre ese contenido de la obra y la sociedad o ambiente que la produjo. Esta no es una lectura sociológica de la novela, como algunos han dicho despectivamente; es una manera de justificar su existencia, su razón de ser. Porque, si la obra no tiene una razón de ser, o no es buena o sólo se reduce a las fantasías personales del autor, las cuales son muchas veces poco recomendables. Tercera y última fase, es averiguar qué aporta esa obra a la literatura del país, y, más allá de eso, a la literatura universal. Esto es así porque ningún escritor, aunque lo pretenda, está escribiendo simplemente para su propio deleite (eso se llama onanismo literario, si lo practica), sino que siempre tiene en mente a su sociedad y, últimamente, a la humanidad, ya que pertenece a un país y al mundo. ¿A quién diablos no le gustaría estar a la altura de Bosch o de Mir o de Mieses Burgos? Más allá de eso, ¿de un Cervantes o un Manzoni o un Goethe o Milton? O sea, que, aunque no lo diga, todo escritor, inconscientemente, cuando quiere ser bueno, siempre va a tener a esos epígonos como referente. Es una cuestión de microcosmos en el macrocosmos.

Ahora bien, como lector, también me pregunto qué tiene que decirme esa obra. Porque, si no tiene nada qué decirme, ¿por qué tengo que leerla? Y, en mi caso en específico, ¿por qué tengo que escribir sobre ella? Lo que explica por qué mis “lecturas” terminan siendo tan polémicas y por qué los novelistas se molestan tanto conmigo. Yo reacciono de forma personal, íntima, si se quiere, a lo que leo. Si noto que valió la pena la lectura, lo que digo va a ser positivo; si no, me reservo el derecho de acabar con la obra, esencialmente porque me sentí defraudado. Se me dio algo que no era. Se crearon expectativas en mí que después no se cumplieron. ¿Qué hay de malo en reaccionar de esa forma? Como crítica, es mejor que cualquier frasecita bonita que otros tiran por ahí, siempre para estar dentro del juego y no crearse problemas con nadie. ¿No te parece?

Esta metodología “práctica”, que conste, es muy arriesgada, pues quien la utiliza tiene que estar seguro de su asunto y no inventarse cosas que no aparecen en el texto. Requiere una lectura muy atenta, entrar dentro de la novela y, muchas veces, en la misma mente de los protagonistas. Por eso, no es ningún método sociológico, del cual se me acusa. Implica psicología, historia, filosofía, lenguaje, o sea, todos los recursos que tengo a la mano para llegar al mejor y más profundo entendimiento de la obra.

Hay críticos que no se atreven a hacer esto, pues le resulta más fácil aplicar un patrón de análisis reconocido y preferiblemente suyo en particular, siempre pretendiendo que es el único válido y viable, y aplicarlo. Esto es como ponerse espejuelos rosados: todo se ve de ese color. Así, si me volví fanático de la crítica semiótica, pretendo ver toda la literatura desde esa perspectiva. Con eso no me basta: entiendo que es el método ‘sine qua non’ de la crítica y que no se pueden ver las cosas desde ninguna otra perspectiva. Para mí, eso es un absurdo.

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