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Viajes/Crónica

Christopher Yang: El pequeño Sabio

Va a cumplir 17 años de edad y no fuma ni piensa en novias, fiestas, modas ni parrandas. Desde que se levanta estudia y ayuda a sus padres en el cultivo de hortalizas ¿Para eso vive un jovencito de estos tiempos de la sociedad espectacular?

Desde su infancia entendió que vino al mundo para cultivarse intelectualmente en los principios del Sutra. De esa forma podría ayudar mejor a los demás, y promover la comida vegetariana y el reciclaje, y llevar una vida dedicada al amor y a la compasión.

Se llama Cristopher Yang. Es voluntario de la Fundación Tzu Chi desde los ocho años. Hijo de inmigrantes taiwaneses a los Estados Unidos, su familia lo estimuló al estudio del Dharma y en la comida sana. Y esos consejos los ha hecho suyos. Ha crecido de manera increíble, estudiando solo y pasando de un curso a otro tras someterse a rigurosos exámenes de suficiencia en los distintos niveles académicos. Hoy estudia Física en la Universidad de Los Ángeles y se ha integrado a un pequeño grupo de jóvenes que también prefieren estudiar por ellos mismos. Se reúnen una vez por semana y repasan las intensas materias de la carrera universitaria que han elegido.

En Taiwán es muy conocido porque en sus vacaciones es requerido por la Gran Maestra Cheng Yen entre sus favoritos. Viaja a Hualién todos los años para compartir con sus hermanos de la Fundación. Desde que llega, la maestra no le pierde pie ni pisada. Siempre va con ella a todas partes y participa en eventos y seminarios con mucho respeto y devoción. A la maestra le gusta hablar con Cristopher del Dharma, pues considera que el futuro del mundo y de Tzu Chi es la juventud: “Los jóvenes deben estar muy activos y tranquilos. Deben saber escuchas”, dice la Gran Maestra.

Le dicen “El pequeño Vaca” como si fuera el personaje de la leyenda taiwanesa donde un niño precoz ayuda a su comunidad a arrastrar la carga de personas que lo siguen, en su caso, a los más jóvenes.

Christopher vive, estudia, piensa y se mueve siempre en bajo perfil. Es humilde y muy disciplinado. Él sabe que todavía tiene mucho que aprender del Dharma y de Tzu Chi. Esa conducta tal vez la aprendió desde niño, cuando también aprobaba los distintos grados académicos a través de exámenes de suficiencia, porque no iba al colegio.

Hizo suya la religión Budista, y al principio a su madre no le gustó. Pero al final ella aceptó la decisión de su pequeño hijo quien de esa forma comenzaba a devolver a los demás tanta generosidad recibida para él y tantos conocimientos que albergaba su memoria prodigiosa. Para Cistopher, el budismo es un camino recto y los voluntarios de Tzu Chi pueden encontrar el mismo camino en la otra vida, y seguir aprendiendo porque el Dharma es una fuente inagotable de conocimiento para aprender el sentido de la vida y la forma más transparente y humilde de vivir, entregando amor y compasión.

Christopher está consciente que en el mundo hay muchas perspectivas y cuando se estudia el Dharma, se ve solo una parte del mundo. Y debido a esa inmensidad de perspectivas es que ocurren a diario tantos conflictos. Y solo entendiendo y aplicando el Dharma como forma de vida se puede ayudar a los demás a ser mejores.

Hoy Cristopher es un joven muy agradecido y quiere devolver lo que le han dado. Todo cambia a través del tiempo y por eso hay que seguir en el camino de la compasión y la sabiduría.

“Nuestro corazón es como un vaso de agua lleno de impurezas y nosotros tenemos que dejar que eas impurezas vayan al fondo para ir sacado poco a poco el agua buena para poder beber de ella”, dice.

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