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Cuatro poemas de Ángel Gaztelu

Un poeta fundamental y miembro fundador del grupo Orígenes fue el padre Ángel Gaztelu. Fallecido a los 89 años de edad en la ciudad de Miami. Cintio Vitier, definió su poesía como una «fina captación de lo cubano como interior y como paisaje (...) que no constituye nunca una obsesión ni un objeto absorbente de confidencia o búsqueda, sino como un leal instrumento, en humilde sitio mantenido, de gloria diáfana y venturoso cántico».

Nacido en Puente de la Reina, España, en 1914, Gaztelu, junto a su familia, se instaló en La Habana a los trece años y adoptó la ciudadanía cubana.

En homenaje a su figura Ventana publica una selección de sus poemas.

EL ROSTRO DEL MAGNIFICAT DE BOTICELLI.

Tu frente de alumbrarnos nunca cesa, absorta el alba en tu candor reposa: nieve y espejo la azucena ilesa copia tu hechizo y agua melodiosa.

Como la luz que en el trigal se espesa granándose en la espiga rumorosa: como el ala del día y su promesa mansamente doblándose en la rosa.

Vuelcas la plenitud de tu rocío al aire de tu clara primavera. Gracias por el celeste señorío

de tu rostro invadiendo la ribera de nuestra sombra, como el áureo río de la luz invadiendo la vidriera.

PAISAJE

Ventana, a la luz lanzas tus brazos, abres tus hojas, como un pájaro sus alas y haces la estancia sonora.

Traes las voces de la calle, los ruidos de los pasos, los perfumes vegetales:

ese cotidiano río de los cabeceantes carros y los salomónicos gritos de los pregones frutales.

Te entregas también ventana

a las verónicas del aire, con las familiares telas tendidas en las solanas, -oh polícromo oleaje-.

Allá, a lo lejos, un árbol derrama su alzada copa sobre los rojos tejados: flechando su fresca fronda llegan azorados pájaros.

Allá una aérea espadaña fija su aguja de piedra, donde tenue luz morada quiebra el perfil de la tarde.

Desde la esquila lejana llueve -sombra y sueño- el ángel.

SONETO

Campo claro de luna gobernado gana y extiende mi secreto empeño, gozo de nieve ya por siempre amado, nadando la honda agua de mi sueño.

Que dichoso así el cielo convocado, dulce emigrando por su dócil ceño, por donde va mi río abandonado, de tanta claridad, seguro dueño.

Oh fuente, flor de luna, sensitiva hija del alba y su estelar sosiego guíame por tu cielo a la deriva,

Mientras el labio te suspira y nombra, por tu clara provincia y flor de fuego suéñame al amor de tu eterna sombra.

DE CÓMO EL SILENCIO FUE SONORO LA NOCHE DEL NACIMIENTO.

Era el silencio por la noche plena al filo del feliz alumbramiento, como rabel que de afinado suena al menor y sutil tacto del viento.

Velaba su Rocío la Azucena pesando en su cogollo el firmamento; y a su peso la nieve, ya serena, doblaba su candor y cielo atento.

Destellando extremadamente bella, asombrando la esfera en manso vuelo caía al suelo la mejor estrella.

Resuelto en lenguas de alta plata el hielo, era rabel de amor por la Doncella, que adormecía en su regazo cielo.

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