Crítica
Sí, abyectas
La poesía de la escritora dominicana Lauristely Peña Solano es un alzamiento en estos días en que la mujer vuelve a pensarse desde su ser único y completo. En Abyecta, segundo libro de la escritora, se siente la furia desde la cual emerge una nueva mujer que desea hacerse a voluntad, que es interpelada por los sueños de otras mujeres que han construido a lo largo de la historia su historia, su camino propio desde el cual pueden mirarse al espejo sin resonancias que la aten, sin querer, a la otra costilla.
En Abyecta hay un lugar para cada mujer, porque de mujeres está hecho; está la nacida en la madrugada, en medio del titiritar de los cocuyos que emergen de la noche, está la del vértigo en medio de la vida que se torna imposible, la de únicamente cuerpo presente. Estamos nosotras, las rebeldes con y sin causa, las llenas de deberes, de testimonios, de fiestas en las que se nos asigna, en silencio, ejercer de mujer y ser, sin desearlo, el alma de la fiesta.
Lauristely, en estos cincuenta poemas que constituyen su poemario nos entrega parte de su pensamiento feminista, la sensación de cada experiencia vivida que con ella y mediante la palabra es posible reconstruir como hicieran en años anteriores sus maestras, a las que en cada momento honra en el hacer y el decir, a algunas de ellas las presenta como referentes cruciales en su vida que mediante su pensamiento han estado presentes: Alejandra Pizarnik, Simone de Beauvoir, Alfonsina Storni y Aída Cartagena Portalatín.
La historia de ellas es en alguna parte del camino la nuestra, y la poeta lo sabe porque intuyo bajo la fuerza de su poesía la voz de cada una de ellas.
Si leemos Abyecta con todos nuestros sentidos en atención, con la convicción de estar frente a una mujer que ha estado más de una vez alerta ante el propio peso de su destino y ahí ha nacido, sin lugar a dudas, mucho más Abyecta como demuestra en estos versos del poema Nacida:
VII
Irredenta
diluí en el espejo las caras
a retazos transformé mi rostro
comencé a decrecer en las formas
y sentidos
y pasó que sentí en cada parpadeo
una fiesta
un destierro voluntario
sucesivas muertes…
decrecí hasta el chirrido.
Depuse el cristal
y aprendí a ser carne
para amar la blanda y tibia carne
los cuerpos voluptuosos y exquisitos
el néctar de la savia íntima
extraída con mis dedos y mandíbula.
Decreciendo hasta un límite imposible
aprendí a ser fuego en vez de víctima
liberé mi gemido de su verdugo
así
surgió mi nombre
en mis poros
entre las ruinas de mi viejo nacimiento
encontré mi deseado destino
el que redescubro y cambio todos los días.
Hay en la poesía de Lauristely un descubrimiento de la mujer que se sabe y se disfruta sin el otro, sin la condena de los infinitos mandamientos que encierra el amor romántico común, ella nos dice que también desde la soledad es posible poseernos, desearnos. Ahí, nombrándose, se profesa y redescubre que buscarse solamente desde el otro sexo será siempre vanidad.
Dejo la puerta abierta para la celebración de Abyecta que cada quien hará leyendo y analizando desde su propia perspectiva, desde su propio conocimiento y qué hacer ante el presente que enfrentamos las mujeres, las de ayer y hoy, y, sobre todo, las más vulnerables a las que posiblemente no llegue este ni ningún manifiesto en pos de una nueva vida donde se encuentren con una versión más libre y rebelde de ellas mismas. Ahí entra nuestra misión, nuestra ABYECCION.