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Música

El esplendor de la ópera de Taipei

Luis Beiro

Taipéi, Taiwán

Cadencia, equilibro, balanceo, virtuosismo, giros que parecen caminos bifurcados, perfecta simetría, rítmica consonancia, traslación natural, dominio escénico, gestualidad simbólica, tonos desdoblados, ecos inacabables y concentración inusual: Esos son algunos de los atributos que exhiben con orgullo los integrantes de la Opera del Colegio de Arte Interpretativo de Taiwán en sus funciones habituales a media mañana de lunes y jueves, en su pequeña sala de conciertos ubicada en el mismo corazón de Taipéi.

A nadie en occidente se le puede ocurrir que a esa hora se pueda producir un programa operístico. Sin embargo la prestigiosa compañía logra llenar la sala de conciertos con turistas, estudiantes, jubilados, intelectuales y personalidades del arte.

La compañía, que lleva más de 10 años con ese ritmo de trabajo. Renueva su repertorio y cambia su programación al menos una vez al mes. Está integrada por profesores, egresados y alumnos meritorios que se rotan entre sí y van intercambiando papeles y protagonismo, según la época del año. Su repertorio se basa, fundamentalmente, en obras de la Ópera de Beijing y la taiwanesa, enriquecidas con elementos de la cultura y de la música de Taiwán, además del idioma, la expresión, y sus instrumentos orquestales.

La escuela

El Colegio de Arte Interpretativo de Taiwán posee hoy en día una matrícula de mil estudiantes bajo un sistema especial de enseñanza que comprende, además, cuatro áreas fundamentales de entrenamientos, como la acrobacia, la ópera taiwanesa, la japonesa y la de Beijing. La formación profesional es paralela a los estudios normales. Allí hay alumnos de 10 a 22 años que cursan desde el quinto grado hasta la universidad. Los niños, como requisito básico, reciben clases teóricas y de cultura operística. Ya a partir de los 12 años comienzan los entrenamientos corporales que, por su rigor, pueden durar toda la vida: “Cada ópera entraña una especialización. Hay actores consagrados a una ópera a un personaje, a una línea actoral. Hay otros polifacéticos, pero en sentido general todos se preparan muy bien”, me dice José Wang, un cultísimo diplomático, mi acompañante al encuentro de esa aventura.

Una función especial

Soy un espectador privilegiado. Conmigo comparte la función la joven Kaomi Yu, alumna graduada del colegio y que además de trabajar como guía de los visitantes, se desempeña como actriz de la compañía. Habla un perfecto español: “La ópera de Beijing se aproxima al teatro de la vida, pero como arte al fin, tiene la peculiaridad de hacerlo de forma exagerada para resaltar lo más bello y reflexivo. En escena, cuando un hombre se enfada o cuando una mujer llora lo hacen con gestos no convencionales. El secreto de nuestra ópera es el simbolismo, lo cual se expresa tanto en la actuación como en la música, en el vestuario y en el rostro de los personajes. El simbolismo oriental es el recurso que sobresale en la ópera china porque va dirigido a enriquecer la imaginación”. Mientras habla, Kaomi Yu no deja de mirarme con gesto de amistad. Faltan diez minutos para que comience la función y ella quiere trasmitirme, en ese lapso, toda la experiencia del espectáculo que estamos a punto de presenciar.

Lo hace con mucha seguridad y orgullo. Como si disfrutara el encanto de cada palabra: “Toda la intención de los actores de la ópera china está en el rostro. La expresión de cada rostro significa la historia de los personajes. De solo mirar el rostro se sabe ante qué personaje estamos y qué situación está atravesando ese personaje. A la expresión del rostro se unen las máscaras, el color, el vestuario y el arte de caminar en la escena. Como todos los personajes se maquillan, cada color tiene un símbolo distinto. El color blanco indica la maldad; el negro, la valentía; el rojo se relaciona con el trabajo y la honestidad, mientras que los personajes multicolores son la representación popular”.

Ahora me pone al corriente de otros elementos artísticos: “El vestuario también es alegórico. El color amarillo simboliza la belleza y el poder. Los personajes que interpretan a los emperadores visten de amarillo. Los trajes rojos tienen que ver con la nobleza y los altos funcionarios; el azul es para los oficiales locales. El vestuario de los cortesanos lleva pájaros bordados, mientras que los guerreros traen impresos diversos animales”.

En ese instante, suena el timbre de rigor y se apagan las luces. Se inicia la función con actos de acrobacia. Un grupo de jóvenes guían con destreza los platillos chinos sostenidos por frágiles varas de madera mientras dan vueltas en rítmicas cadencias a lo largo y ancho del escenario, al conjuro de la música. Treinta minutos después se encendieron de nuevo las luces y somos invitados a un tour por el museo del colegio y a presenciar un vídeo histórico. A las 11.15 volvemos a la sala para presenciar un fragmento de la ópera china “Oferta de perlas en el puente del Arcoíris”. Al levantarse el telón me extraña que la única escenografía es una mesa con dos sillas. Le sugiero a Kaomei esa extrañeza y ella me responde: “Ese es el único decorado en todas las obras de la Ópera china. Es un decorado sencillo, pero amplio. Puede servir de trono, de sala de estar, de juzgado, de puente y de montaña. Lo importante para nosotros no es el mobiliario, sino los actores y la simbología que traen en sus rostros, en sus colores, en sus vestuarios, en sus máscaras y en sus elementos figurativos que sirven de complemento a la puesta en escena.

En ese instante, dejo de preguntarle porque la obra entra en clímax. Además, ya Kaomei ha aclarado muchas de mis dudas. Media hora después, llegan las aclamaciones, aplausos, fotos y luces encendidas. La tradición de la compañía del Colegio de Arte Interpretativa de Taiwán es compartir con los asistentes una vez terminada la función. Al marcharme de allí con mi amigo José Wang, siento que el final de aquella obra pudiera tener alguna coincidencia con lo que será el final de mi vida, pero con una gran diferencia: mientras el polvo de mis huesos se mezclará con el humo de los días, la Ópera china seguirá siendo el espectáculo mayor mientras el tiempo exista, con otros actores, otras sonoridades y nuevos temas.

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