Séptimo Arte

El gran dictador

Material de apoyo. Algunas de las curiosidades que se incluyen en este artículo fueron tomadas de la página curiosidadesdecine.com

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Rienzi Pared PérezSanto Domingo

La sátira es un recurso que podemos encontrarla en el arte, y en muchos otros escenarios para atacar a la realidad utilizando un arma poderosa: la Inteligencia. Esta ironía o sarcasmo para ridiculizar a un personaje fue lo que motivó a Charles Chaplin a jugar con la diversión; pero con un ataque frontal cargado de humor sobre Adolph Hitler, en la película “El Gran Dictador” del año 1940.

En este filme, Charles Chaplin interpreta a dos personajes: uno es un barbero de origen judío que sufre un accidente durante la Primera Guerra Mundial, por el cual dura en un sanatorio 20 años aquejado de amnesia. Un día recobra la conciencia, y como si nada, abre su nueva barbería en un ambiente hostíl hacia los judíos; por lo que no es consciente del cambio drástico que ha tenido su país durante su letargo. El otro personaje que interpreta es al dictador Hynkel, un fiel retrato del Fuhrer; pero con aires de parodia.

Un día el déspota Hynkel necesita financiar la invasión al vecino país, por lo que ordena el cese a la persecución judía; porque necesitaba que un banquero judío le otorgara el préstamo. Cuando el banquero le niega dicho financiamiento ordena la violencia contra los judíos, y el barbero junto con su amiga Hannah (Paulette Goddard) son arrestados. Mientras se encuentran en el ‘guetto’, logran fugarse y por casualidades del destino el barbero judío es confundido por el dictador Hynkel, y este último, con el barbero, así logran intercambiarse los roles otorgándole a Chaplin el placer de satirizar y de ridiculizar a los personajes en cuestión.

Este cruce de identidades determinará el destino de la invasión que tenía Hynkel (Hitler) junto con su aliado Benzino Napaloni (Mussolini) al vecino país, llegando el barbero a dar un discurso, frustrando el avance expansionista de ambos dictadores.

La genialidad de Chaplin de jugar con las escenas es antológica. Si nos ponemos a observar la simbología que quiere presentarnos. Una de ellas es cuando el afamado dictador juega con el globo terráqueo donde lo lanza hacia arriba, lo golpea con los glúteos, lo atrapa con un dedo, es decir, juega con él como si estuviera jugando con el mundo entero. Sin embargo, cuando intenta seguir dominando el globo, lo lanza de nuevo hacia arriba y acaba explotándose. Este momento quiere ilustrarnos que una persona o gobernante nunca podrá dominar el mundo porque terminará explotándose. Será su fracaso como ha sido con otros dictadores.

La puesta en escena en sentido general es excelente por parte de Chaplin, que ha sido uno de los exponentes más perfecto para el desarrollo de la industria cinematográfica.

“El gran dictador” es una película aleccionadora y optimista; ya que en la parte final, es cuando dice el famoso discurso hacia el pueblo, cargado de energía positiva y enseñanza.

A continuación parte del discurso de la película tomado de la página del periódico ‘El Amanecer Wordpress’: “Hoy en día, democracia, libertad e igualdad son palabras que enloquecen al pueblo. No hay ninguna nación que progrese con estas ideas, que le apartan del camino de la acción. Por esto las hemos abolido. En el futuro cada hombre tendrá que servir al Estado con absoluta obediencia” - se ve obligado a dirigirse a una audiencia de millones de personas: “Nos hemos de ayudar los unos a los otros, los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás, no hacerlos desgraciados. No queremos odiar ni despreciar nadie. En este mundo hay sitio para todo el mundo (Ö) El camino de la vida puede ser libre y bonito, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las almas, ha levantado barreras de odio, nos ha empujado hacia la miseria y las matanzas. Hemos progresado muy deprisa pero nos hemos encarcelado a nosotros mismos: el maquinismo que crea abundancia nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos, nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado y sentimos muy poco. Más que máquinas, necesitamos humanidad, más que inteligencia, tener bondad y dulzura. Sin estas cualidades, la vida será violenta, se perderá todo. (Ö) La desgracia que padecemos no es nada más que la pasajera codicia y la amargura de los hombres que tienen miedo de seguir el camino del progreso humano. El odio de los hombres pasará y caerán los dictadores y el poder que tomaron al pueblo será reintegrado al pueblo, y así, mientras el hombre exista, la libertad no desaparecerá”.

“El gran dictador” es una obra que se mofa de las ambiciones totalitarias y fascistas. El discurso previo era un canto a la esperanza y a la democracia de los pueblos que sectores de la época en los Estados Unidos no entendieron, y acusaron a Chaplin de comunista, por sus ideales.

En fin, es digno de poder ver esta obra maestra del cine para valorar en su justa dimensión no solamente al hombre que hace reír, sino al hombre serio y del drama con un contenido de ideas progresistas.

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