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Corazón de Mermelada, de Margarita Luciano López

Corazón de Mermelada, de la autoría de Margarita Luciano López, más que una colección de poemas para niños, es un canto a lo que ellos aman, las cosas simples de la vida, pero que tienen gran significado.

Está dividido en cinco secciones. La primera, está dedicada a los amores que inspiran ternura en los más pequeños.

Nuestra autora habla, a través de sus versos, de los pajaritos que toman “lecciones de vuelo”, y a los que luego sus padres “los dejan ensayar”, en una clara alusión a cómo se crece y aprende en familia. Y hablando de ésta, dice a la abuela: “cántame como solo cantas tú”, y a la vez, escucha “el canto del bambú”.

Sus versos tratan del amor al caballo “Bayo”, del cangrejito, al que debemos cuidar, de las palmeras que “danzan ritmos y se alegran sin parar”. Además, de la luna, la cual…

“se robó un lucero.

Lo llevó de paseo

por todo el cielo.”

Margarita Luciano, en sus poemas, celebra a los amigos, a los rayos del sol, la gatita Candela, el perro Yogui, a una mona diferente llamada Lola, quien está adornada con “plumas de color de tunas, lentejuelas y muchas telas”, y a la gata Misu, que se cree una reina.

Sus versos son como la “melodía” de aquel pececito que:

“Canta una canción

que aprendió de una sirena

con música de olas

con violines de arena.”

Este poemario, en su segunda sección, incluye versos que honran el trabajo del carpintero, del zapatero y del cartero, que no sabe “cuántas cartas traerá para esta niña curiosa”.

Más adelante, en Cuánto me divierto, nuestra escritora presenta poemas que hablan de los dedos de las manos y los meses del año; de don gato y don ratón, que están “juntos pero no reburujaos”. Aquí, invita a los niños a divertirse montando bicicleta, a usar su imaginación, a jugar “juntos, juntitos” y a darse “besos de algodón”.

Hay algo muy especial, casi olvidado, que algunas de nuestras abuelas solían cantar: las nanas. Nuestra autora las dedica, en el segmento que lleva este nombre, a la noche, donde “la lechuza duerme al niño que está en su coche”. También a la montaña, que regala hojas, a la lluvia con serenata de agua, a la “siempre andariega” luna y, por supuesto, a la abuela querida que nos llena de amor entre sus brazos.

Cierra este poemario con una sección destinada a las hierbas como el cilantro y la manzanilla.

Los versos de Margarita Luciano López, como estas plantas aromáticas, llegan a nosotros cual perfume, llenos de candor, calidez, frescura y ritmo. En estos tiempos en los que parece perderse la ternura de la niñez, nos alegra encontrarnos con estos poemas que, siendo escritos en un lenguaje llano, encierran una profundidad que conmueve.

Y es que para llegar hasta un niño, solo puede hacerse desde el corazón, y mucho mejor si éste es como “mermelada”.

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