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LA CUARTA PARED

Una sonrisa

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Virginia Sánchez Navarro@VSanchezNavarro

En ciudades gigantes que con los años se van convirtiendo en solo un par de calles para quien las vive. En líneas de tráfico que se hacen tan largas que van alejando a los continentes como al viejo Pangea. En veranos sin suficientes helados; en invierno sin suficientes ganas; todo se va perdiendo: la perspectiva, la claridad, el juicio. Nos hacemos uno con la calzada y, como ella, vamos dejando atrás a todo el que pasa. A lo mejor es el crecer. La ciudad, ese escenario donde se desarrolla la transmutación de nuestro ser, nos hace desprender la candidez, olvidar los principios que parecían tan lógicos en la niñez. Nos volvemos producto de nuestra historia, seres que se condicionan a la circunstancia y que, por esto, son capaces de abandonar, herir y hasta olvidar a quienes menos hubiéramos imaginado y a quienes menos lo merecen. Como una vez alguien me dijo, todos tenemos un lado oscuro. Y lamentablemente, a la menor de las provocaciones, este no tarda en salir. Dentro de esta visión, el paso del tiempo se presenta fatal. Queremos tantas cosas que no terminan de llegar; esperamos tanto de tanta gente; prestamos tanta atención a tantas luces pasajeras y tan poca a otras... Cometemos el desliz de pagar la frustración con cualquiera pero, en ese desliz, ese “cualquiera” se nos va. Así empieza el próximo paso de la transmutación: el individuo se va quedando solo. ¿Entonces qué hacer? ¿cuando los amigos se han ido o los hemos alejado? ¿cuando el mundo parece estar lejos? ¿cuando cada quien desaparece en la ciudad en búsqueda de algo que ya ni te acuerdas? ¿cuando solo ves la idea, la silueta de lo que fue? Una sonrisa. Es todo lo necesario. Alguien tiene que haber, aunque sea a lo lejos, que te recuerde lo que es sonreír; pero sonreír de verdad. No importa quien sea, ni qué tanto tiempo ha estado en tu vida, ni que edad tenga, ni qué sea tuyo. Toma a esa persona y guárdala, guárdala muy bien. Guárdala en los bolsillos, en algún cofre o en la memoria. En cualquier lugar dónde no la vayas a perder y, si no tienes, inventa las llaves que te ayudaran a mantenerla contigo siempre. Que en la ciudad grande que es nuestra vida las sonrisas son caras, las sonrisas son pocas y alguien que las dé de gratis aparece solo en aquellos barrios que casi nunca visitas; esos a los que fuiste una vez y ahora ya no sabes como llegar. Una sonrisa, en medio de este eterno, confuso y egoísta crecer. Vale más que todas las luces y que todo el tiempo.

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