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La ley de lo inmodificable

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Fernando Araújo VélezSanto Domingo

Ya no es más un asunto de señalar y acusar para que algún día nos pidan perdones hipócritas, porque ya sabemos quiénes y por qué crearon este sistema de cosas. Ya sabemos, de sobra lo sabemos, quiénes heredaron el mundo con miles de privilegios y se encargaron de perpetuarlo y multiplicarlo, valiéndose de las enseñanzas de sus ancestros, y entre artimañas, verdades maquilladas, chantajes, sobornos, diversión, sangre y látigo y opresión, nos convencieron de que su mundo era el mejor de los mundos posibles, y de que, además, era y es inmodificable. Nacimos y crecimos en el reino de lo inmodificable. Dios: inmodificable. Amor: inmodificable. Patria: inmodificable. Ley: inmodificable. Compraron la Historia, que era la verdad. Contrataron historiadores y pagaron libros de texto que dijeron su verdad, y la divulgaron desde ministerios ocupados por ministros que ellos designaron, amparados en leyes que otros como ellos promulgaron. Los llamaron estatutos, y ante cualquier duda, la respuesta era “los estatutos lo dicen así”. Su historia era y fue la verdad, la verdad de los ganadores, a quienes después les erigieron monumentos que inmortalizaron sus proezas y su vida y sus maneras de pensar. Monumentos verdad, monumentos ejemplo por seguir, monumentos camino, principio y fin de la vida. Monumentos, en últimas, a su sistema de cosas. Piedra, mármol y arcilla. Compraron la prensa, pues la prensa decía la verdad. Entonces ellos comenzaron a decir y a ser la verdad por intermedio de sus periodistas. Compraron la Iglesia, las iglesias y los credos y las biblias, porque Dios era la verdad, y a Dios también lo compraron para venderlo después como un castigador si la humanidad no hacía al pie de la letra lo que ellos decían que había que hacer, y como un bondadoso dador si se le obedecía a él, que siempre fue decir, a ellos. Con él y por él impartieron su verdad, que era conveniencia, a través de sus sacerdotes, desde el púlpito y desde las escrituras. Compraron la Educación para preservar su sistema e impartir sus códigos. Colegio, universidad, trabajo, matrimonio, hijos, y volver a empezar. Compraron la moda y la patria, la ciencia, el arte y el pensamiento, el ruido y el silencio... Pero ante todo, y sobre todo, compraron la idea de que todo es inmodificable, cuando en realidad todo es modificable: las leyes, el amor, los dioses, la historia, e incluso, los hombres. *Escritor, periodista, Editor de Cultura de El Espectador de Bogotá.

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