CULTURA POPULAR
Toña Díaz en el “ron” de los juegos
TODOS LA DISTINGUÍAN POR SUS DESTREZAS ORALES, BAILES E IRONÍAS DE TRADICIÓN FAMILIAR
La prima Toña, que ya alcanzaba los noventa años, no pudo cantarme el juego del florón en mi último encuentro en su casa, diciéndome: “André, e’ que ya yo tengo el juicio malo”. Pero me había prometido, en un próximo viaje a Las Lagunetas, de Ocoa, esperarme con una escenificación preparada de dicho juego, en el cual no se sabía de antemano si Florimán iba a la izquierda o a la derecha; o viceversa. Y mucho menos se sabía quién portaría el anillo que rodaba dentro de la cuerda, anillo que María Antonia se ha llevado consigo con los elementos de su “ron” de los juegos. A mi pregunta inquiriendo el origen del arte de jugar, de contar cuentos y cantarlos, entre las Díaz, o de despacharse con un chuin o con una cuarteta, siempre me contestaba que aquello les venía de mi bisabuela materna, Margarita Díaz Matos, quien pasó desde Las Charcas de Azua hasta Las Lagunetas siguiendo los pasos de su marido, el viejo Casimiro Andújar. Y si yo le preguntaba sobre las artes de Mamá Taé, como apodaban a la bisabuela, me respondía: “Anda pal diablo; ¿y a quién iba a salir las hijas y las nietas?” Y a seguidas me enumeraba una ringlera familiar de cantadoras y contadoras: Lupita, Mello, Lalita, Eloísa, Liona, Billí, Rosalía, Esperanza, la Chiquitica... Pero no faltaban los varones: Erasmo, Dolorito, José Emeterio, Joaquín, Juancito... Su adiós El pasado primero de mayo fue la última vez que pude echar un párrafo con Toña, antes de dejarla en la emergencia del Hospital San José, de Ocoa. La animé para que no se dejara abatir por el mal endémico de las Díaz, el mismo que se llevó a mi madre (la Chiquitica) cuando bordeaba los cincuenta y tres años y que ha acabado con muchos de mis ancestros maternos: la hipertensión arterial. Después de aquel día, la vida de Toña se volvió un ir y venir al hospital, ya al de Ocoa o al Juan Pablo Pina de San Cristóbal. El veintinueve de junio, a eso de las tres y media de la tarde, mi celular comenzó a vibrar con marcada insistencia, una, dos, tresÖ hasta siete llamadas; pero no pude saber el motivo sino después, ya que en ese momento estaba conduciendo. Debo confesar que no me llevé ninguna sorpresa cuando abrí el celular tan pronto estacioné mi vehículo y me encontré con que las llamadas perdidas eran del primo óoro, un sobrino de Toña. Inmediatamente pensé: “Se murió Toña”. Entró luego otra llamada del mismo óoro, que se cayó por la debilidad de la señal y los disturbios en la comunicación. Marqué entonces y el primo me dio la noticia: “Lo estaba llamando para decirle que Toña murió”. Y le respondí: “Ya yo lo sé, desde que vi tus llamadas perdidas.” Él se sorprendió, diciéndome: “¡Cómo!, si acaba de morir.” Y volví a decirle: “Ya yo lo sé, óoro. Ya yo lo sé.” O sea que la prima Toña se ha ido con sus destrezas orales e histriónicas, para entrar en el “ron” de los juegos con las Díaz. No se sabe si, como el florón que está en su mano, su marcha ha sido hacia la izquierda o hacia la derecha, como Florimán. Pero se ha ido, y me ha dejado con apenas algunas muestras del juego, tal como allá lo jugaron siempre. Ahora, como homenaje a su memoria, solo me queda plasmar aquí, en esta serie de mi investigación “Los cantos de las abuelas”, aquel juego, cómo logré que lo jugara de manera informal, a veces algunos amigos y yo en la rueda, a veces en solitario, o con muchachitos y muchachitas del lugar. Para Beatriz, Belén, Jaime y Juncal,nuevos y valiosos amigos. EL JUEGO EL BAILE DEL FLORÓNEl florón jugado en Las Lagunetas consistía en una rueda de personas sentadas en sillas, y una cuerda agarrada con las manos cerradas. Metido en la cuerda había un anillo que los jugadores rodaban a la derecha o a la izquierda, para evitar que la persona del centro adivinara quién lo tenía. Comenzaba así: “El florón está en la mano/y en la mano está el florón;/ y si no lo cogen pronto/se lo lleva el tiburón. / Por aquí e’ que va/Florimán./Por aquí e’ que va/ Florimán./ Y si no lo cogen pronto/ se lo lleva el tiburón./ A la derecha va/ Florimán./ A la derecha va/ Florimán./ Que si no lo cogen pronto/ se lo lleva el tiburón. / A la derecha va/ Florimán./ A la derecha va/ Florimán./ El florón está en la mano/ y en la mano está el florón;/ y si no lo cogen pronto/ se lo lleva el tiburón./ A la izquierda va/ Florimán./ A la izquierda va/ Florimán”. El jugador que estaba en el centro de la rueda intentaba adivinar en qué mano corría la prenda. Cuando el posesor era descubierto, debía pasar al centro y cantar un chuin o una cuarteta; o aplastarse y dar una vuelta como un pavo. Los versos cantados por este tenían distintas intenciones. Si estaba enamorado de alguna de las muchachas que participaban en el juego, podía cantar así: (1) Mira cómo se sube/la culebra en la baría;/y así pienso yo subirme/en tus brazos vida mía. (2) En La Habana sale el Sol/ y en Puerto Rico la Luna;/ de no casarme contigo/no me caso con ninguna. (3)Volar paloma./ Muchachita buenamoza/ de pelo caracoliao./ Volar paloma./Tú tiene que ser mi novia/y tu hermano mi cuñao./Volar paloma. (4)Volar paloma./ Muchachita buenamoza/tira un brinco y cae acá./ Volar paloma./ Que a tu padre le han tirao/ de la barba la quijá./ Volar paloma. Si el “piropo” no era del agrado de la muchacha, esta respondía así: (1) Volar paloma./ Lo jovencito de hoy/ son como la fantasía./ Volar paloma./ Zapato de a cuatro peso/y la faltriquera vacía./ Volar paloma. (2)Volar paloma./ Lo jovencito de hoy/son como el gallo enano./ Volar paloma./ Carrera y má carrera/ y así se le pasa el año./ Volar paloma. Pero también se daba la situación de desprecio o de insulto; como en estos versos: (1)Ayer te mandé un pan/ y un arenque pa que cene;/ ay no te mandé pimienta/ porque en la cabeza la tiene. (2) Tira puya, tira puya/ arriba’e una mata’e cambrón;/ tu mai e’ una puta/y tu pai e’ un ladrón.

