Horizonte

Detrás del horizonte solo hay otro horizonte. Con flores o desiertos. Con días y noches y mares y veranos y aguaceros. Y otro más y otro como átomo, caos o desecho. No esperemos guarderías invisibles ni ciudades de colores donde los peces corren y trotan y cierran ventanales. Tampoco océanos llenos de potros salvajes con aletas en sus ojos, tendidos y jadeantes en busca del aposento del amanecer. Solo un horizonte detrás de otro y otro más; todos en fila india, como buenos mendigos en busca de la añorada ración del día, mientras un viento múltiple gira en forma de ángulos dispares, no como tributo a la tormenta, sino como símbolo de la soledad y de sus muros silenciosos. No busquemos más en los restos del paisaje porque solo existe un horizonte, al derecho o al revés y otro escondido a sus espaldas. El aire los separa como si fueran ejércitos de piedras lanzados en contra del fragor lo vivido.